¿Podré escribir hacia arriba? Ya estoy en la cama, por irme a dormir, pero tengo ganas de escribir y no quiero que termine el fin de semana (largo, ¡encima!) sin este momento conmigo misma. En realidad no estoy escribiendo “para arriba”, la libreta está casi vertical y el marcador casi horizontal con respecto al suelo; yo estoy horizontal (acostada) y mi mano vertical. Ahora que escribo sobre la hoja de la derecha, como la libreta no se pliega sobre sí misma, la forma en que logré agarrarla con una sola mano dejando la hoja derecha disponible es bastante rara, la libreta queda abierta en 270°, como una L con las hojas blancas en su parte externa, convexa, y las dos tapas en el interior cóncavo. ¡Qué difícil describir esto! Por supuesto, la letra sale horrible.
Ahora pasé a la hoja izquierda y puedo agarrar la libreta de una forma más convencional. Otro factor de dificultad es que la luz del velador proyecta la sombra de la mano que escribe sobre la hoja donde estoy escribiendo; si tuviera mejor luz, creo que podría escribir mejor (me refiero a la letra) pero no lo sé. Así tengo la sensación de adivinar lo que escribo (los grafemas, los garabatos gráficos); salen a la sombra, no a la luz, como si nacieran dentro de una caverna y recién cuando mi mano avanza quedan de verdad visibles.
Nuevo cambio a la hoja derecha y a la L manual. Un pequeño milagro que el marcador escriba fluido en esta posición, que no se ahogue la tinta, que siga mi viaje. Las biromes no son tan gauchitas. Cuando pensé escribir así creí que tendría que usar un lápiz pero probé un marcador de punta fina y respondió bien.
Otro factor de perturbación es que Rubén ronda por ahí, escucho sus pasos, sus movimientos, y no estamos en un buen momento, entonces me afecta su cercanía.
Quiero dejar registrado que después del calor monstruoso, hiperbólico, cuando llovió y refrescó la temperatura se fue al carajo, fue el registro más bajo para febrero en 70 años. Un delirio. Como dijo una compañera de trabajo, “nos pasteurizamos”, me hizo mucha gracia.
No contento con sus sonidos, Rubén ahora decidió ponerse delante de mí vista. Qué cosa. ¿Hay necesidad?
Había olvidado la frase “¿hay necesidad?”. Volvió desde mi pasado, intacta, 30 años más tarde, asociada a múltiples anécdotas.
Rubén se sentó en el silloncito a desenredar un piolín naranja, farfullando. Le ofrecí ayuda y la aceptó, así que interrumpí para desenredar el piolín y hacer un ovillito. Una podría preguntarse ¿hay necesidad? ¿De desenredar un piolín naranja, acá y ahora? Los designios del señor son inescrutables.
Uy, casi me duermo. Se cerraron mis ojos y por unos segundos estuve del otro lado. Qué pena, me gustaría seguir, está lindo, pero me estoy durmiendo.
21.02.23
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