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- Marina Pérez Muraro
- 6 may 2023
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 21 may 2023
Un instante de felicidad. O bienestar, dice Ángel Gargiulo. Una puntada, una estrella fugaz, un apretón de manos entre interior y exterior, una palmada en mi hombro de lo fortuito. Una semilla que cae en la tierra y comienza a germinar. Una gota de agua que busca ser torrente. Un espacio libre, una suspensión de actividades, una disponibilidad a lo que surja. El que sorgeix, dicen les catalanes. Hay silencio, quietud en la casa, cielo cubierto después de la lluvia. Hice yoga, tome unos mates, comí un sándwich, es sábado; la única tarea ineludible hoy es comprar comida. Pero ahora estoy conmigo y la libreta, en el silloncito, escribiendo con el lápiz triangular y letra despatarrada. Escucho el sonido de la mina sobre el papel y, cuando la usé, también el de la goma de borrar.
Tengo pendiente una tarea con el blog: reemplazar las fotos que subí por otras de menor resolución porque Wix no me deja subir más megas en forma gratuita. Me di cuenta demasiado tarde, ahora tengo que reemplazar al menos 75, según la cuenta que hice. Esto me tiene medio inmovilizada, porque me gusta pensar esta escritura en continuidad con el blog, incluyendo sus imágenes. Saber que puedo subir texto pero no imágenes me limita. Tengo que encarar esta cuestión con resignación y paciencia.
Esta semana caí en la cuenta de que mis trabajos, que en su esencia tienen que ver con las humanidades, últimamente se volvieron cada vez más técnicos, y eso me gusta. Estoy aprendiendo mucho y eso me entusiasma. Es raro este equilibrio entre" Filosofía y Letras" e informática. Nunca hubiera imaginado que mi vida laboral iba a derivar en esto.
Me quedé quieta, la mente revoloteando por pasado y futuro, hasta que se cerraron mis ojos. Sigue el silencio. Voy a dejar ahora, tal vez retome más tarde.
6.5.23

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