Hoy escribo en la cama, literalmente. Es domingo, llueve desde ayer, no va a parar en todo el día, dicen. Es algo así como la tormenta de Santa Rosa pero sin tormenta, solo lluvia plácida y persistente. Me desperté, me volví a dormir y me desperté dos horas más tarde (ventajas de no poner el despertador, al menos un día a la semana). La casa está fría excepto las habitaciones, así que me hice el desayuno, lo puse en la bandeja verde plegable y me encuché a escribir à la Proust, habilitada por la comparación de la vez pasada ;-)
No estoy cómoda porque estoy recostada, inclinada sobre almohadones; la libreta no está apoyada sobre la bandeja sino sobre un libro de tapas duras apoyado sobre el borde de la bandeja, pero no tengo ganas de ponerme más derecha. Escribo con el marcador gris de punta fina y, como no me puse los anteojos, veo difusa mi propia escritura. Va surgiendo, allá lejos, medio borrosa.
Escucho el sonido de la lluvia y casi nada más. A veces, sonidos de motores o máquinas que creo que vienen del misterioso galpón de al lado. Es llamativo cómo con cambiar de habitación cambiaron los sonidos que me rodean, a solo pocos metros el paisaje sonoro es otro. Acá escucho motores en cualquier horario del día y de la noche.
Si miro por la ventana, más de la mitad del espacio está ocupado por la copa del ficus; por encima de él hay un telón parejamente gris. Colgué la cortina blanca bordada por mi abuela paterna pero ahora está corrida, no se ve (era una sábana del ajuar de mis abuelos, bordada exquisitamente por mi abuela, con las iniciales de sus apellidos, que hace 30 años cortamos al medio y transformamos en dos cortinas para mi primer depto. Con el arreglo de la casa, volvió a salir a la luz; mi madre me ayudó a desamarillearla y restaurar hilos rotos. Es decir, lo hizo ella).
Tengo un leve dolor de cabeza, una mínima opresión por detrás de los ojos, y una inercia difícil de romper. Tuve una semana de altibajos emocionales, por momentos mucha tristeza, por momentos entusiasmo porque resolví cosas del laburo y me encontré con una amiga que no veía hace mucho tiempo, pero predominó la tristeza.
Interrumpí para percibirme y se impuso el sonido de la lluvia. Recrudeció. Me adormecí. Abandono la escritura por ahora, soy solo fiaca.
03.09.2023
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