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  • Foto del escritor: Marina Pérez Muraro
    Marina Pérez Muraro
  • 10 oct 2023
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 11 oct 2023

Explotó la primavera, el mundo está verde, radiante, cálido, el aire trae perfumes vegetales, todo florece; en mi balcón aparecieron flores silvestres nunca vistas, flores nuevas en plantas viejas, pimpollos de malvones, se anuncia una avalancha de colores. En el jardín, los nísperos ya están naranjas; como solo quedan algunas pocas mandarinas inalcanzables escondidas entre las hojas verdes, es como si el naranja se hubiera mudado de un lado al otro del jardín; en su mudanza, se expandió en cientos de motas más pequeñas y más pálidas, pero ahí está. Desde la ventana de la habitación tengo línea directa al salón comedor para pájaros: veo benteveos amarillos, grandes palomones grises y pequeños pájaros castaños deleitarse glotonamente con los nísperos. (Una buena noticia: vino el jardinero y el vástago de níspero quedó indemne —“vástago de níspero”, dos esdrújulas juntas, ¡qué felicidad!—.) ¡Y los cantos! Volvieron a cantar los pájaros que tanto me gustan, desde hace unos días vivo en medio de sus conciertos varias horas del día y de la noche. Al aire libre entro de lleno en una sensación de plenitud, placidez y fecundidad. Nosotros mismos nos convertimos en el epítome de la primavera, paseando por el parque, abrazados, bajo las hojas verdes y nuevas resplandecientes por el sol, sin rumbo ni destino, sintiendo el calor humano y, como diría Vinicius, “toda la Tierra rodar”. Para completar la imagen de la primavera por antonomasia, hoy, al abrir el ventanal de balcón, encontré una mariposa sobre mi kalanchoe de flor doble; una elegante y señorial mariposa de motas naranjas, negras y blancas, alimentándose de mis pequeñas flores amarillas arracimadas, moviendo lentamente sus alas cuando estaba quieta, volando de una flor a otra sin perderse ninguna, engolosinada. Le saqué todas las fotos que pude sin ahuyentarla mientras desayunaba (mientras las dos desayunábamos) y todavía estaba sobre las flores cuando salí.

Quería escribir todo esto pero tenía que salir. Manoteé la libreta antes de irme y ahora escribo en el colectivo, con una letra imposible que ni yo voy a descifrar cuando quiera pasar todo en limpio. Levanté la vista pensando en cómo influye el traqueteo del bondi en la escritura y mis ojos cayeron sobre un mural con la cara de Spinetta y su frase “Ya me estoy volviendo canción”, y “Barro tal vez” se desplegó en mi mente (la amo desde la primera vez que la escuché, y todavía recuerdo cómo fue esa primera vez: a mis 18 años, en un bar, interpretada al piano por alguien que me gustaba mucho). Ahora estoy en la esquina de mi trabajo pero sigo de largo.

Escribir en un colectivo en marcha no solo afecta el gesto manual sino también la disposición mental. Los estímulos se suceden como los frenazos del colectivero, las pausas dependen de los semáforos; el sol sobre la libreta, el calor en mis piernas, depende de si el bondi se detuvo o no; casas, árboles, cielo, autos, fluyen a mi lado como un río (como un bote el bondi en la corriente de un río) o se quedan inmóviles por una luz roja allá adelante.

Por dentro, el bondi está despejado: casi todos los asientos están ocupados pero no hay ningún pasajero/a de pie. Puedo mirar por mi ventana y también por las del otro lado. De mi lado, si miro para arriba (me gusta mirar para arriba), hay hojas soleadas, balcones con flores; del otro lado, puertas, entradas de edificios, vitrinas de negocios, señales de tránsito. Unas mujeres que subieron conmigo conversan amigablemente a un volumen por demás adecuado, solo escucho sus voces en un murmullo.

De mi lado, en una nueva pausa,  una muestra de ingenio urbano anónimo en una serie de carteles ilustrados con frases como “Son todos potus”, “No sé si soy mi propio jefe o mi propio cadete”, “Me chupa tantos huevos que me hice una omelette”.

Por unas cuantas cuadras el colectivo fluyó sin pausas y la sucesión rápida de luz y sombra sobre el papel de la libreta me encandiló. Y ya estoy a pocas cuadras, mejor dejo ahora, guardo todo y me apresto a bajar.

10.10.23


P.D. Y no, no me equivoqué de número, 116 está escrita, solo que no está publicada, porque su contenido es, como diría mi hermana, "demasiado íntimo para la web", al menos de momento, al menos por ahora.


 
 
 

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