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Marina Pérez Muraro

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UN AÑO.

Así que las fechas me importaban. Un año. Tal vez no “las fechas” sino el primer año después de un acontecimiento clave. Un año después de la muerte de Silví, por ejemplo; el segundo aniversario fue más suave. Y ahora, ahora mismo, entre hoy y mañana, un año de la mudanza de Rubén. Venía pensando en la fecha, necesitaba “hacer balance” (pero Isabel me dijo que no era balance sino proyección, un ¿cómo sigue esto?). Releí mis Cuadernos de Lecturas del último año, me sirvieron para salir del presente inmediato y tener perspectiva, una mirada histórica, casi. Como si la revolución terrestre (la “vuelta al sol” como dice Patricia) hubiera operado astrológicamente en mí, reaccioné. Estallé. La corté. Me cayó la ficha. Se corrió el velo. Vi la luz. Acepté “lo irremediable” (que Rubén es irremediable), como me dijo Isabel hace meses. Montones de cosas que ella me viene diciendo por fin las encarné. Que Rubén no va a cambiar, yo me tengo que sustraer, retirar de su escena. Un año de desintoxicación, podríamos decir. A veces una tiene tanto veneno inoculado que no puede eliminarlo de golpe. Un año de lavajes gástricos y transfusiones de sangre. Un año de descontaminación y limpieza. Un año de desintoxicación y alimentación saludable, nutritiva, rica en sabores, olores y nutrientes, un año casi de redescubrimiento del mundo, la vida, eros, junto con Pablo. Porque, como si fuera un regalo cósmico, cuando “llegó mi momento tan esperado”, apareció Pablo. Todos los días me emociono por el milagro de nuestro encuentro.

Entonces, ¿cómo estoy? ¿Dónde? En mi casa, en el living, sentada en el silloncito, con las piernas flexionadas, el libro blanco sobre ellas y la libreta sobre él, escribiendo con un filgo verde un sábado al mediodía, gris, muy nublado, húmedo, no muy frío, del comienzo del invierno. El balcón está repletamente verde, el árbol del jardín también, y más atrás el árbol de la calle está marrón. Manuel duerme, Pablo trabaja, yo escribo, y un pálido reflejo solar asoma por algún resquicio nublar invisible.

¿Cómo estoy? Hoy quería una palabra para un sentimiento pero no la encontré, no sé si existe en castellano. Sin sustantivo ni adjetivo, va la descripción: admitir algo doloroso que nunca quisimos ver. De golpe, el sentimiento me capturó y me inmovilizó, dejé de escribir. Anoche, dormida, tuve momentos de mucha angustia sin soñar nada; desperté pensando en este primer aniversario. El milagro de Pablo es tan hermoso y contundente que está en primer plano, pero por debajo, en paralelo, me fui desintoxicando de Rubén y ahora soy capaz de enfrentar la verdad: me aniquila. Me chupa la sangre. A pesar de todo no enloquecí, crié a Manuel, hice amistades, progresé profesionalmente, aprendí cosas nuevas, cuidé a mis padres y soy capaz de amar. No logró destruirme.

Dejo acá, estoy conmovida.

22.06.2024



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