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Marina Pérez Muraro

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Experimento contextual: escribo fuera de casa, ¡en una plaza! Sentada en el pasto, a la tarde, con sol, gente, perros y ruidos que me rodean. Salí al mediodía a hacer algunas cosas por el barrio, me puso feliz este día maravilloso, volví a casa para salir a caminar con Rubén, me rayé con mis cohabitantes y volví a salir sola, llegué a la plaza más cercana (10 cuadras de casa) y me tiré en el pasto al sol, me descalcé, las patas en el pasto y, debo confesarlo... por una media hora aproximadamente me saqué el tapabocas y estuve con la cara descubierta, fuera de casa por primera vez en muchos meses (pero no había nadie a menos 2 metros y estamos al aire libre). El sol me curó, como siempre, es como un baño de paz, me armoniza. A 3 o 4 metros, una chica que estaba tomando mate sola (y fue quien me dio la idea de sacarme el tapabocas porque está descubierta) recibió una llamada de una amiga y lo primero que le dijo fue “¡un poco de sol, por favor!“. Tal cual.

Ahora me senté para escribir, sigo en el pasto, descalza, pero me puse el tapabocas. Tuve la iluminación de antes de salir de casa agarrar esta libreta y una cartuchera. Sobre Boedo vi un puesto en la calle de una chica que vende cuadernos y libretas artesanales, me dio ganas de comprarle la próxima libreta para seguir con papeles artesanales. Después compré otra. Ya estoy pensando en la continuación cuando recién arranco con esta. Y el fin de semana no respeté mi pacto, no escribí. Terminé mi cumpleaños pasando en limpio lo que tenía pendiente, incluyendo las últimas fotos de “naturalezas muertas desinfectadas”, y sin embargo no escribí ni sábado ni domingo, ya no recuerdo por qué. Ah, hubo sociales por mi cumple: el sábado con mis padres, el domingo con Patricia después de ¡8 meses sin vernos! (en esta misma plaza, con su perra y tapabocas).

No sé si voy a poder mantener el pacto de escritura durante diciembre porque agarré un trabajo extra que me va a ocupar tiempo. En teoría en enero tengo vacaciones, no quiero que este trabajo extra me ocupe enero, por eso mejor meter pata en diciembre. Pensando en eso ahora mismo debería dejar la plaza e irme a trabajar. Kéka.

Me gusta escribir en la plaza. No me molestan los ruidos. Me gusta mirar a la gente y estar sentada en el pasto. La chica sigue hablando con su amiga (me hace acordar a mis conversaciones con amigas, interminables). Del otro lado hay un chico (un joven) practicando malabares, tiene algo que nunca había visto: 3 bloques que se pegan entre sí por los laterales (no sé si tienen algo magnético o enganchan de alguna manera) y se los pasa del frente a la espalda, por arriba y por abajo de cada rodilla, etcétera. Ahora se puso descansar (y a mirar el celular) y la chica llegó al momento de los saludos y las declaraciones de amor amistosas. Fin de la charla. En el medio entre ambos, a la izquierda (más hacia la telefonista que hacia el malabar) hay una pareja, el hombre debe de tener mi edad, a ella solo la vi de espaldas pero me da la idea de que es más joven. A mis espaldas, familias. El cielo está totalmente limpio, despejado, brillante. Me pareció increíble abrir los ojos cuando estaba acostada en el pasto y sólo ver celeste, ¡como necesitamos los espacios abiertos! La plaza tiene muchos jacarandás florecidos, árboles maravillosos a los que les dediqué varias líneas en cuentogotas y una página en feisbuc, el Club de Amantes del Jacarandá. Este año, hará un mes, cuando salí a la calle y me encontré el primer jacaranda florecido fue un shock. Otros años voy llegando a las copas violetas de a poco, este año fue repentino pero no porque la naturaleza haya alterado su ritmo sino porque nosotros alteramos nuestras rutinas y eso nos altera la percepción del tiempo. Es un comentario que se repite por todos lados, llegamos a diciembre sin darnos cuenta. Ayer vi un videíto en YouTube de un humorista que me gusta y decía eso: "¿Cómo diciembre? ¡Si ayer fue julio y antes de ayer fue marzo!" ¡Tal cual! Hasta temí perderme los jacarandás...

Las sombras empiezan a tocarme. Si quiero sol total dentro de poco tendré que correrme al costado. La pareja se fue, el malabar sigue descansando, la chica examina sus piernas. Tres palomas picotean el pasto a mi alrededor. Podría seguir así o inventar un juego a la manera de George Perec y su Tentativa de agotar un lugar parisino. Si recuerdo bien, lo escribió en un mismo café de París, en varios días, anotando todo lo que veía pasar por la ventana. Algo que me encantó al leerlo es que los objetos eran autónomos, por ejemplo “Pasa una baguette bajo el brazo de un hombre con gorra “. Cosas así. Y me pareció un largo poema, lo cual llevaría al tema de cómo definir la poesía o por qué algunas cosas me parecen poemas aunque no se presenten como tales mientras que otros textos que pretenden ser llamados poemas para mí no lo son. ¿Será que lo que considero poema es el impacto que causan en mí? Así no vamos a ninguna cátedra, que quede claro.

Bueno, me alcanzaron las sombras, me carcome la culpa, ya escribí varias páginas, aumenta el volumen de la música circundante, es evidente que llegó el momento de levantar mi campamento. Por no hablar del perro que ya pasó dos veces saltando demasiado cerca de mí.

5.12.2020


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