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Marina Pérez Muraro

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15 días sin escribir, estas son mis novedades (como para ponerme al día conmigo misma):

1. Primera Navidad sin ver a mis padres desde que volvimos de España (temí haberme expuesto una semana antes y no quise arriesgarme a verlos sin los 14 días de cuarentena previa recomendada).

2. Hice jardinería de balcón con la segunda maceta de aloes; el mejor lo trasplanté a una maceta y se lo regalé a mis padres (cuando sí los vi, en Año Nuevo).

3. Los jazmines estallaron en flores. El blanco tiene un perfume embriagador, tal como me había adelantado María Inés. Dan la impresión de haberse puesto muy contentos cuando les dejé más espacio disponible y por eso florecieron.

4. Pensando que lamentaba no poder mandarle a Agostina fotos de mis mascotas porque no tengo ninguna mascota animal me di cuenta de que tengo con mis plantas la misma relación de amor, compañía, dedicación y fascinación por la vida que supongo que tienen muchas personas con sus mascotas animales así que le mandé unas fotos de mis plantas con mi saludo de año nuevo.

5. Compré dos libretas artesanales más, es decir tengo 3 libretas en la gatera esperando ser usadas; señal de que tengo muchas ganas de escribir acá aunque no lo demuestre escribiendo. Paradojas del deseo. Más vale que lo haga para justificar mi inversión.

6. Modifiqué mi lugar de trabajo en casa: invertí mi escritorio y la mesa grande y después mi escritorio con el de Manuel. La mesa grande quedó inutilizada para comer, pero en la práctica ya lo estaba antes y con este reordenamiento salí del hueco entre la pared y la mesa grande (algo que de golpe no soporté más). La cortina simbólica ya no cubre mi escritorio, pero no importa. La entrada y mi espacio para yoga quedaron más despejados.

7. Llegaron las primeras dosis de la primera vacuna y empezaron a vacunar al personal de salud.

8. Aprobaron la ley de interrupción voluntaria del embarazo. El aborto ya no es punible en Argentina hasta la semana 14 de gestación inclusive. Me comieron los nervios durante la votación en el Senado y lloré de emoción cuando contaron los votos. El 2020 se reivindicó un poquito en sus últimos días, como un libertino que se arrepiente de sus pecados y quiere hacer buena letra cuando se siente que le queda poco tiempo (como dijo Machado: "de viejo gran rezador").

9. Me puse al día con todo lo pendiente de pasar a la web: dos sentadas de escritura en la libreta y varias fotos de naturalezas muertas desinfectadas. Con la última foto, tomada el 30 de diciembre, decidí no continuar con ese juego después de año nuevo. En total subí 55 fotos.

10. Cambiamos de año. Nunca sentí tan insignificante el calendario y sin embargo quise ritualidad, quise celebrar el cambio.

11. Empecé vacaciones de algunos trabajos y no de otros. No tengo planes de salir de Buenos Aires. Será un verano largo, pero gracias a La Niña el tiempo está inusualmente seco y muy ventoso. Así me banco todo enero en Buenos Aires.

12. Hice trampa: toda esta primera parte la escribí directamente en mi celular, en la aplicación que uso para tomar notas, jamás a mano. Y ahora sí, continúo en la libreta.

En realidad sí tengo ganas de escribir, muchas ganas. Lo fui postergando por distintas razones pero hoy no aguanté más, se impuso el deseo, arremetió con todo. Me acuerdo ahora de una pareja de amigos de mis 20 años que se autoimponían una semana de abstinencia sexual voluntaria para disfrutar más el reencuentro. Tal vez hice eso inconscientemente, diferir tanto el reencuentro con la escritura que un día saltó al frente, me dijo "no da para más, no me postergues más, acá estoy" (tanto arremetió que creí que hacía más tiempo que no escribía, no solo 15 días). Tal vez, también, esto es consecuencia de que mantuve el ritmo semanal (o, a lo sumo, quincenal) durante varios meses (¿medio año?). Me dijo Patricia que hizo 28 días seguidos 30 minutos de meditación diaria y le dijeron que el cerebro necesita 21 días de hacer lo mismo para generar un hábito. 21 días también me dijo la Negra que proponen para aprender a hacer reiki. No sé cómo se contabilizan los hábitos semanales, ¿serán necesarias 21 semanas?


Digresión va, digresión viene, no conté el contexto: es de noche, ya cenamos, Rubén mira la tele como cada noche y yo me senté en un silloncito frente a él, justo debajo de la tele. Como cada noche Rubén mira videos de viajes en tren, así que lo que llega desde mis espaldas es el sonido ambiente de trenes desplazándose, gente en estaciones, voces lejanas que hablan en idiomas desconocidos. Como en La doble vida de Verónica, podría imaginar lo que pasa por los sonidos.

Es de noche, por suerte no hace calor, estamos incluso sin ventilador. Está todo muy tranquilo, estos días me sorprendió la tranquilidad ambiente (excepto cuando aparecen los vecinos aulladores, auténtica tortura). Entre el calor y la tranquilidad tuve varios momentos de sentirme de veraneo. Todavía no estoy de vacaciones, hoy trabajé mucho, espero terminar pronto. Escribo con una no sé qué (¿un bolígrafo?) Fligo superball se llama, con tinta verde. Estos días cuando salí no pasé por ninguna librería, todavía no compré cartuchos para mis lapiceras.


Quería escribir nada en especial, es curioso, tantas ganas de hacer esto no para decir algo en particular, no porque tenga una idea ni una intuición ni una inspiración, de verdad nada previo (salvo sacarme de encima lo acumulado que escribí en el celu), solamente ganas de hacer esto, juntar libreta-mano-instrumento de escritura y dejar que todo fluya, que se pongan en marcha juntas. Surge la tentación de usar la palabra "dispositivo" que tantas alegrías brinda últimamente. Como dijo Le Guin, lo único que necesita una mujer (una persona) para escribir es papel y lápiz, ni siquiera un cuarto propio aunque eso ayuda, dijo. Además de libreta y lápiz (y deseo, que sí tuve) necesito tiempo o, como dijo Arlt, "tiempo libre y dinero para financiar el tiempo libre" (gran verdad que descubrí a mis 20 y pico: si tengo tiempo, no tengo dinero; y si tengo dinero, no tengo tiempo: la verdadera riqueza es tener tiempo y dinero en simultáneo).

Pero no es cierto que no tuve nada de tiempo para ponerme a escribir estos días, lo que pasa es que lo usé en otras cosas (reordenar muebles, por ejemplo). Y aunque muchas veces me imaginé despertándome más temprano para tener tiempo para hacer lo que me gusta antes de empezar con las obligaciones del día, pocas veces consigo hacerlo (ni para escribir, ni para hacer yoga, aunque tenga ganas de ambas cosas). Graciela Cabal me contó una vez que decidió dedicarse a escribir ya grande y con 3 hijos pequeños y que se levantaba a las 6 de la mañana para escribir mientras todos dormían. Yo tenía entonces menos de 30 años, ningún hije, y me pareció una proeza irrealizable, siempre me costó levantarme temprano. Tantos años de asociar el levantarse temprano con la probidad moral hacen que, a pesar de saber que el ser "alondra" o "búho" está determinado genéticamente (mi propia prima, la "señora de las moscas", se dedica al tema), igual me siento culpable por no poder levantarme temprano. Agradezco que mis cohabitantes son todavía más búhos que yo, si viviera con dos alondras estaría complicada.


Me distraje con Manuel, la falta de internet, el sonido de la tele de aire (ya no trenes sino programas mal doblados), buscar la explicación de Nara para confirmar mis recuerdos, y entre una cosa y otra dejó de fluir lo que fluía. Ahora Rubén se fue a la cocina a lavar los platos mientras escucha a Harrison. Es interesante el tema del tiempo disponible para hacer lo que más queremos. Si reconozco que soy búho, ¿por qué no quedarme a la noche haciendo lo que me gusta? Tal vez ahí sí me perjudica vivir con dos súper búhos porque tenemos los horarios súper corridos, cenamos muy tarde. Y no solo por el confinamiento, también porque hace 6 años que trabajo en el horario vespertino (termino a las 22, entre que llego a casa, ceno, me ducho, siempre me acuesto tarde; la pandemia solo exacerbó esta cuestión). Ahora suena Dylan. Entonces, ¿qué es lo que necesito: tiempo o aislamiento? Aislamiento, no; ahora no estoy sola y estoy escribiendo. ¿Tiempo mental? ¿Permiso? ¿Cortar las actividades cotidianas para abrir espacio a otra cosa? ¿Era eso lo que tanto deseaba, el corte con lo cotidiano? Sí es una especie de aislamiento pero no físico (Yellow mellow). Estoy presente pero en otra dimensión. (Me encanta mi aplicación de yoga que en los minutos de Savasana dice "Mantente presente". Me gusta mucho cómo suena ese consejo.) Otra vez llego a algo que ya sentí, la clave está en el equilibrio entre exterior e interior, entre percibirme a mí e interactuar con el entorno.

Rubén acercó la música y me está perturbando pero no quiero decírselo. La ventaja de no oír bien del oído derecho es que puedo taparme solo el izquierdo y seguir escribiendo con la derecha. Ventajas de la sordera. Empecé a perder audición durante el embarazo de Manuel, con humor negro pensé que justo cuando estaba por entrar en mi vida un bebé que lloraría noche y día, para compensar Dios me regalaba una sordera incipiente. Rubén se llevó el parlantito y casi ni me di cuenta con el oído tapado.

En algunas páginas esta tinta verde se transparenta mucho y en otras, no. Estoy tratando de escribir apenas rozando la superficie del papel a ver si así se transparenta menos, pero no sé si es eso o que las páginas de esta libreta son desiguales, no todas igual de gruesas. Yo también estoy vestida de verde, con una camisa-vestido que compré hace meses y estrené ayer. El color me encanta y también le gustó a Rubén y a Manuel, ambos lo comentaron y es notorio porque nunca comentan mi ropa. Así que hubo coincidencia, a los 3 nos gusta este color.

Ahora otra vez hay silencio. Una vocecita insidiosa susurra que debería mirar el reloj, irme a bañar e irme a dormir, justamente para no levantarme tan tarde mañana, pero otra parte de mí no quiere separar lapicera de libreta, no quiere detener la escritura. Es como un chorro autónomo, una canilla abierta que no quiere cerrarse, hay que contrarrestar una fuerza de la naturaleza para interrumpir esto, ¿y por qué hacerlo? ¿A quién beneficia?

Cuando vivía en España entraba a trabajar a las 7 de la mañana (¡imagínense qué horror! Pero cuando tuve que hacerlo, lo hice, durante 5 años). Por suerte vivía tan cerca del trabajo que llegaba a pie en 10 minutos. Muchas veces iba habiendo dormido menos de lo necesario y cabeceaba de sueño sobre mi escritorio. Después sufrí los 5 años de levantarme a las 6 para que Manuel vaya a su secundaria, pero hace un año que no tengo horarios matinales todos los días. Aun así, me da culpa dormir hasta tarde. Culpa social, culpa porque mis compañeros de trabajo me mandan mensajes antes de que yo me despierte y recién contestó varias horas más tarde. Y siento que no puedo justificarlo aunque sigo laburando hasta las 10 de la noche y elles supongo que dejan mucho antes. En fin.

Además de dar vueltas sobre la nada, no me gusta cómo se ve esta tinta verde a través de este papel, no se me ocurre qué otra cosa usar para escribir y no quiero seguir borroneando esta libreta hermosa porque ya usé más de la mitad (¿2/3, 3/4?) y quiero disfrutar sus últimas páginas. Dejo acá.


4.01.2021



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