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Marina Pérez Muraro

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Domingo. Oficialmente de vacaciones desde ayer por dos semanas completas. Ayer bochorno y lluvia, hoy el tiempo ideal para mí, primaveral, luminoso, fresco, ¡qué maravilla! Tengo un rato antes del almuerzo. Tengo sentimientos encontrados (uno va para un lado, el otro para el opuesto). Tengo muchas ganas de escribir pero solo quedan 5 hojas libres en esta libreta (libre/libreta, recién lo pienso. Aunque libre/libro lo pensé muchas veces). Es muy posible que hoy la complete. Además de todas las libretas ya compradas que me esperan compré más instrumentos de escritura no por necesidad sino por cope, por ejemplo unos lápices negros por dentro y por fuera como Pessoa con minas negras y de colores, un lápiz no cilíndrico ni hexagonal sino piramidal y también cartuchos para mis lapiceras; todos ellos preparados en la gatera para mis próximas escrituras. Hoy estoy con un típico Staedtler facetado hexagonal rojo y negro pero mucho más blando, es 4B.

Me da tanta pena terminar esta libreta que le saqué fotos a las 5 hojas no escritas para intentar conservar sus dibujos únicos de nervaduras internas, el mapa singular de remolinos atrapados en el papel que revela cada una al trasluz.

Escribo en el balcón pero ya no da el sol; por el ruido del viento en los árboles y un perro lejano no escucho el sonido de mi escritura. Tal vez tampoco haga tanto sonido este lápiz blando. Ya se redondeó mucho la punta y tengo que interrumpir para sacarle de nuevo.

Ayer empecé mis vacaciones con un exceso: vi toda la miniserie Gambito de reina en un solo día. No soy aficionada a las series y hace mucho que no veo películas largas, mi vida visual está más marcada por YouTube que por Netflix. Ver toda la serie un solo día fue un “¿por qué no?”. Hice algo así un par de veces en el pasado con un grupo de amigos cuando éramos "jóvenes e indocumentados", ambas veces organizadas meticulosamente por Beto. Una vez hicimos "el día del Padrino": vimos en video El Padrino I y El Padrino II y nos fuimos juntos al cine a ver El Padrino III. Ver las 3 películas juntas fue una experiencia buenísima, vi mucho más la coherencia de las 3 como partes de una misma obra. Otra vez aprovechamos "el día del cine" (pagando una entrada se podía ir al cine todas las veces que uno quisiera ese mismo día) y vimos ¡5 películas! desde la primera función a la 1 del mediodía hasta la última a las 10 de la noche. Estaba todo tan cronometrado que a lo sumo quedaba media hora entre dos películas y en una ocasión tuvimos que salir corriendo de un cine para no perder el comienzo de la siguiente función en el otro. No recuerdo cómo comimos en el medio pero sí que en la tercera, la más aburrida, cabeceé una siestita en la butaca. Además de recordarme estas experiencias pasadas, la de ayer me hizo pensar que sí podría ver la película de 9 horas de Llinás en un fin de semana (si la encuentro).

Más allá de estos excesos visuales, ¿qué diferencia hay entre ver en un día una obra cinematográfica que dura 7 horas y quedarme leyendo una novela de 400 páginas todo un día? Recuerdo experiencias de lectura igualmente inmersivas, como leer aproximadamente los primeros 3/4 de Me llamo Rojo de Orhan Pamuk un mismo día y que sumergirme en el Estambul de 1600 me sacara de la depresión por los males del mundo en el siglo XXI (Macri, Unicaba, la mar en coche). (Me levanté para buscar el libro en mi biblioteca y no lo encontré, ¿lo presté y no recuerdo a quién? ¡Horror! Ojalá aparezca otro día, a veces no los encuentro cuando los busco pero sí están). Y mucho años antes cuando era joven y soltera empecé The Buenos Aires Affaire de Manuel Puig antes de irme a dormir y no pude soltarla hasta terminarla esa misma noche a las cuatro de la madrugada; fue una de las experiencias de lectura más vibrantes que recuerdo. La inmersión de ayer en Gambito de reina tiene algo parecido. En la literatura me atrapa el lenguaje, la estructura, las frases; en el cine me atrae la estética, la luz, la composición de cada cuadro, los colores, etc. Y lo que más me quedó en la cabeza después de verla completa es la evidencia de cómo siguen funcionando los cuentos de hadas a través de los milenios. Tiene todos los elementos: huérfana de origen misterioso criada por un matrimonio humilde demuestra un don sobrenatural, inicia un viaje lleno de pruebas que logra superar asistida por distintos ayudantes y termina reconocida por todos, con fortuna y coronada reina. No recuerdo en detalle el análisis de Propp pero barrunto que podría usarse con Gambito de reina, también el monomito de Campbell y las interpretaciones de Pinkola Estés en Mujeres que corren con los lobos. Debe de ser una de las estructuras narrativas más antiguas y difundidas del mundo. Y sigue funcionando porque no importa saber el final, importa acompañar a la protagonista en sus peripecias porque viajamos juntes y nos muestra una vía de superación personal. Hasta la minuciosa reconstrucción de época aporta algo épico semejante a los comienzos de los cuentos de hadas, "hace mucho tiempo..." porque, aunque está ambientada hace solo 50 o 60 años, en estas décadas el mundo cambió tanto que el salto parece tan fuerte como entre el Renacimiento y el Medioevo (¡sagerada!)


Interrumpí para almorzar y hacer una torta para la merienda. Ahora que escribo adentro sí escucho el sonido de la escritura. Esta es la anteúltima página libre de mi libreta nepalesa. Con dos semanas de vacaciones por delante pensé la posibilidad de escribir todos los días en vez de una por semana. Me da ganas excepto por el trabajo de pasar a la compu lo que escribo (descubrí que si lo transcribo con el celular voy más rápido, pero aun así...). También —hablando de inmersiones literarias— había pensado leer El Quijote (después de Cabezón Cámara que espera hace meses).

Estuve un rato acariciando y mirando esta libreta para despedirme de ella. Siento que no logré rendirle homenaje como se merece. Hasta ahora con las dos libretas con las que llevé adelante este juego formé un vínculo especial y diferente en cada caso y de cada una me costó despedirme. Disfruté escribiendo a mano en estas bellas libretas y justamente por hacerlo me quedo sin la posibilidad de seguir haciéndolo porque la libreta ya está usada y no hay más espacio disponible para escribir. Por otro lado, como lo escrito lo paso a digital y lo publico en la web, la libreta tampoco es el soporte final de mi escritura. Es el paso inicial, fundacional e inspirador pero una vez concluido la libreta en sí queda transformada en objeto sentimental, museo personal; testimonio del proceso, ya no motor. Me da un poco de tristeza esta metamorfosis, como si las libretas ofrendaran su cuerpo y alma, su juventud (¿?) y belleza por mí, por mi escritura, y después quedaran solo para el archivo. (No pasa lo mismo con los Cuadernos de Lecturas porque esos no los paso en limpio, siguen vivientes). Esta es la última página, queda media carilla libre. Podría extenderme por la siguiente carilla que es la retiración de tapa pero no tan oscura como su dorso. Sin embargo me parece que dejó acá. Todo lo que se me ocurre ahora tiene un velo tristón. Seguiré escribiendo pero en otra libreta muy diferente a esta. Y esta que me acompañó 2 meses ya no me puede acompañar más. Lamento no haberla homenajeado como se merece.

17.1.21


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