Mediados de febrero ya, y yo sin escribir desde fin de enero. El fin de semana pasado falté a la cita; y este, estrictamente hablando, también, porque hoy es lunes, pero como es feriado por Carnaval, estoy todavía en la extensión del fin de semana. Escribo con la lapicera tan bonita que me regaló Rubén décadas atrás, le conseguí cartuchos de tinta azul pero por ahora sale un color indefinido, mezcla del nuevo azul y del verde que había usado antes, por ahora diría que es más verde que azul. Es la primera vez que uso esta lapicera en estas libretas y también es la primera vez en mucho tiempo que la uso para algo largo. De momento me gusta la letra que me sale y no se transparenta demasiado a través del papel (sí al trasluz, pero no si está opaco el papel) pero hay algo que no me resulta cómodo al agarrarla y me cansa la mano hasta doler en un punto cerca de la muñeca, del lado del hueso que se fracturó en 2019, y eso que empecé con precaución, apoyando la libreta en mi mesa-banqueta, con otro libro de Borges bajo el lomo (esta vez es El libro de arena) y apoyando la mano en la banqueta cuando llego al borde inferior. Ahora se dio otra cosa que parece que ayuda: uso la banqueta como mesa porque yo estoy sentada en el silloncito bajo, mis piernas están flexionadas y mis rodillas llegan a la altura de la banqueta. Mi brazo derecho (el que escribe, el que sostiene la lapicera) está apoyado cerca del codo en la pierna derecha. Eso descansa la mano y no me duele la muñeca. Igual, paré unos segundos, tomé un mate y estiré los dedos. ¿Que me duela este punto tendrá que ver con la fractura? Qué sé yo.
Llovió mucho estos días pero hoy, no. Desde el ventanal del balcón se ve la mitad del cielo con nubes algodonosas y la otra mitad celeste (en franjas horizontales, no sectores verticales: abajo las nubes, arriba celeste). Hay una brisa y oigo el sonido de las hojas movidas por ella. Pensando en lo que oigo, esta lapicera es casi insonora, no la escucho al escribir. Tal vez de noche, con más silencio, pueda escucharla. Hace un sonidito pero muy suave, por lo general en la mayúscula con la que empiezo la oración (debe de ser que empiezo con más énfasis).
Me está gustando escribir con lapicera, me trae sensaciones del pasado, muy antiguas. Cuando entré en la escuela y aprendí a escribir, en primer grado escribíamos primero con lápiz, y cuando alguna oración nos salía bien, la podíamos pasar en limpio con tinta y lapicera. Era un honor, era el reconocimiento de que habíamos hecho bien la tarea, casi como que lo escrito "merecía" la tinta. Después fue la obligación de escribir con tinta y lapicera, ya no estaba permitido el lápiz, y el tormento de los manchones de tinta, no poder borrar los errores, querer borrar y que la goma agujeree el papel, apoyar demasiado la punta de la lapicera y que la letra se distorsione por el exceso de tinta, jugar a Pollock con el papel secante, etc. Cuando pude liberarme de las lapiceras por obligación y me pasé a las biromes fue un alivio. Creo que fue recién en la secundaria y no me acuerdo qué edad tenía. Después aparecieron montones de nuevos instrumentos de escritura, parecidos a biromes pero con otros mecanismos. Tuve una epoca de volver a las lapiceras cuando estaba en la Universidad y me copé con la tinta verde, pero después abandoné de nuevo las lapiceras y más tarde, como ya conté, la escritura manual. Por esto recuperar la lapicera me trae sensaciones tan antiguas.
Tiene algo muy suave esta lapicera, se desliza como si nadara. Me hace acordar a un pato sobre la superficie del agua. Vemos la parte del animal que sobresale y parece que se deslizara mágicamente, sin esfuerzo, porque no vemos sus patitas adentro del agua moviéndose para propulsarse. Esa sensación de deslizamiento sin esfuerzo me provoca la lapicera. Las patitas del cisne son mi mano, mi muñeca trabajando, pero la punta de la lapicera sobre el papel se desliza como el cisne sobre el agua, con majestuosidad y sin trabas.
Interrumpo un rato por cuestiones domésticas.
Volví, pero debería dejar porque a pesar de ser feriado, tengo trabajo. El lunes pasado volví a uno de mis lugares de trabajo a pesar del griego que sigue dando vueltas (en su variante británica, brasileña, etc.); no quiero explayarme sobre eso, solo constatar que me siento desubicada, desorganizada, desordenada y dispersa. Como vamos en horario reducido (por el griego) me tengo que adaptar a la doble vida (mitad laburo remoto, mitad presencial ) más todo lo demás que sigue remoto, y de momento no me sale bien. Veremos.
¿Qué más puedo decir? Ahora Rubén se quedó parado a dos metros mirando su celular y aunque le dije que quería escribir (y me puede ver escribiendo) tengo la sensación de que en cualquier momento me interrumpe para comentarme algo. También en cualquier momento me va a interrumpir el timbre anunciando la llegada de mi sobrino que viene a ver a Manuel. Y me pesa en la conciencia el trabajo atrasado, o sea que mejor dejar por hoy hasta una mejor ocasión.
15.2.21
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