20 de marzo de 2021. Un año de vida alterada por el griego. 3 semanas desde la última vez que pude escribir acá. Hoy hablé con mi madre sobre las pequeñas pérdidas cotidianas que impuso el griego, sobre acompañamientos y escuchas, sobre reinventarse la vida, y nos emocionamos juntas. La semana anterior Rubén estuvo internado, lo acompañé a la guardia el lunes a la noche por un dolor abdominal agudo y lo fui a buscar el viernes a la tarde cuando le dieron el alta ya sin vesícula. Por culpa del griego, no lo pude ver en ningún momento de la internación, solo hablar por teléfono. El jueves a la tarde cuando le decía a Manuel que era posible que a Rubén le dieran el alta el viernes o el sábado y que yo le había dicho que era mejor no ilusionarnos con que saldría el viernes para no ponernos mal si se quedaba una noche más, Manuel me dijo: "No tengamos ilusión, tengamos esperanza". Me pareció tan hermosa esa frase, esa idea, que me quedé subyugada y hablé con él sobre lo que dijo (me lo explicó clarísimo, con esa profundidad serena que tiene). Recordé las frases maravillosas que decía Manuel cuando era chico, cada 2 x 3 decía algo que nos llamaba la atención (traté de conservar esas perlas en cuentogotas). Y sobre todo recordé una frase que dijo años atrás, también relacionada con volver a ver a Rubén, dijo que quería que fuera "lo más pronto posible" y aclaró: "Lo más pronto posible no es apurado. A veces lo más pronto posible es lentamente". Pensé que si hace años que no le escucho frases así no es porque cambió su mente sino porque habla menos con nosotros. ¡Quién sabe!
Empezó el otoño. Cumplimos un año y nada terminó. Movimientos telúricos laborales me desgastan. Temo que todes estemos perdiendo la paciencia. Me gusta la palabra "templanza", tener templanza. Me la imagino como una fortaleza más flexible, como una plancha fina de metal templado que se puede curvar, vibrar, sonar, pero algo en ella permanece inalterado. Aunque perdamos la paciencia, sigamos el consejo de Manuel, no perdamos la esperanza. Agradezcamos a Pandora que cerró la caja de dones a tiempo antes de que se escapara la esperanza, con su vocecita suave, casi inaudible, susurrando desde el fondo del corazón "no te pierdas, nunca me pierdas". Y dejo acá porque sigo emocionada.
20.03.21
Comments