top of page
Buscar
Marina Pérez Muraro

33


Estoy feliz. Comparando con la última vez que escribí acá, parezco bipolar. Estoy feliz porque ayer hablé con Marcela, hace muchísimo que no hablaba y siempre me pone feliz hablar con ella. También porque adelanté mucho trabajo atrasado y ahora dimensiono lo pendiente de otra manera (pasó de ser montaña inabarcable a ser algo manejable con esfuerzo). También porque me propuse trabajar tres de los cuatro días no laborables de semana santa y lo conseguí, hoy domingo no toco nada de trabajo ni, espero, la compu. Y ayer me propuse terminar 20:30 y hacer yoga a la noche y lo conseguí, hice yoga antes de cenar en vez de a la mañana y me estiré muchísimo más, viene bien. Sería más organizado si pudiera hacer siempre a esta hora. También porque anoche vimos una película hermosa que me encantó, la disfruté un montón y me dejó feliz (Moonrise Kingdom de Wes Anderson). Y antes de esto, el jueves, armé un nuevo sitio web con mi trayectoria profesional pensando en estos replanteos laborales y me súper entusiasmé porque al reordenar mi historia para mostrarla a otros se ordenó también en mi cabeza. Antes sentía mis historias laborales inconexas entre sí, como distintos caminos empezados y abandonados; pero al ordenar todo en el nuevo sitio, sentí todo conectado, lo vi como distintas áreas que exploré pero se entrelazan: diseño (gráfico, textil, web), trabajo editorial, en bibliotecas y mi escritura. Me di cuenta de que tengo mucho para aportar sea donde sea donde trabaje. También me puso bien abrirme a la posibilidad de trabajar en equipo y verlo a Manuel entusiasmado con la idea. Y más cositas, por ejemplo Marcela me dijo que volvió a leer mis libros y que buscó y encontró un collage que yo le hice hace 20 años, y que con los cambios laborales que sufrió y ahora agradece se acordó de mi poema que dice "el aire me sostiene" y se dijo "¡sí, es así!".

La vez pasada cuando escribí acá no pude salir del pozo en que estaba pero cuando me puse a pasar en limpio lo que había escrito me gustó lo que encontré y me dejó una sensación sanadora. Releí lo escrito sin recordarlo y me gustó. Esto de que me guste lo que yo misma escribo me provoca un montón de sensaciones contrapuestas. Lo peor, creo, es la represión. Me cuesta admitir públicamente que me gusta lo que escribo, ¡qué idiotez, no? ¿Qué tiene de malo? Me parece que prendió demasiado la imagen del artista insatisfecho con su obra. Tampoco me creo la del escritor que sufre con su escritura, el torturado por las palabras. (Todo esto por supuesto lleva de nuevo a Elizabeth Gilbert y su genio elusivo). Para mí la escritura es placer, es gozo, es algo físico, mental y espiritual, yo no sufro escribiendo. Claro que no busco expresar ni representar a más nadie, lo mío es bien catártico, tal vez por eso no hay lucha ni tormento. Está esa modestia exorbitada que me dificulta hablar bien de mí, decir que sé hacer esto o aquello, en definitiva, como se dice, "venderme". Y con lo que creo (de crear, no de creer) supongo que la represión va por el lado de que "no debería ser yo" quien diga si lo que hago es bueno o malo, sino "quién me lee". Bue, quien me lee, me lee a su manera, y le pasará lo que le pase. Cuando yo me releo, a veces no me pasa nada, y a veces me conmuevo, me emociono, y esa emoción me hace sentir mejor, con un bienestar que no tiene nada orgullo, nada de "qué bueno lo que hice", sino "qué lindo esto que leí, me hace sentir mejor". Tal vez esta sea la sorpresa, que algo hecho por mí después pueda llegar a mí casi como nuevo. Ahora me acuerdo de algo que escribí en cuentogotas sobre este tema, la relación del artista con su obra, a partir de la frase de David Gilmour "me gustaría poder sentarme y escuchar The Dark Side of the Moon como si nunca lo hubiera oído". Tal vez puedo vivir esto con los poemas o textos cortos, supongo que no pasaría igual con una novela (pero como nunca escribiré una novela, no lo voy a comprobar).

Hoy es domingo (creo que ya lo dije), mediodía del comienzo del otoño, uno de esos que se confunden con la primavera. Escribo con la lapicera de madera y ahora sí, al segundo cartucho, la tinta sale azul. El cielo está despejado, luminoso, brillante; mi balcón y los árboles más allá bien verdes, entra una brisa fresca por la ventana. Yo me puse la túnica-vestido-camisa larga verde y ahora hago una mini pausa para ir al baño.

Volví. Sigo con ganas de escribir de lo que sea, me da igual, solo porque escribir a mano en mis libretas me gusta y lo paso bien mientras lo hago. Después paso en limpio lo que escribí y encontré un método para que no se me haga muy tedioso: primero uso una aplicación de mi celular que transforma lo que digo en texto (o sea, leo en voz alta lo que escribí a mano en la libreta). Después lo corrijo y lo paso al blog. La última vez descubrí algo genial: el programita no reconoce mi entonación, pero sí al leer digo "punto" o "coma" transforma esas palabras en signos de puntuación (no siempre, no sé de qué depende). A veces se equivoca y me resulta muy interesante ver cómo se equivocó, en qué transformó mis palabras, porque algo piensa cuando las convierte en otra cosa. Es casi como un/a hipoacúsico/a (como me pasa a mí misma) interpretando los sonidos como puede porque no escuchó bien.

Piglia dijo algo muy interesante sobre cómo la tecnología influye en la escritura, en una charla que vi en YouTube (creo que la dio en una librería) hablaba de cómo había influido la máquina escribir en la literatura, recordaba el trabajo de pasar en limpio una hoja escrita a máquina, y cómo cambió con la PC, donde se corrige sin tener que rehacer la página, y dijo que pensaba que la escritura contemporánea tenía muchos rastros de la influencia de la PC porque la página de la compu se ve tan bien, tan semejante a un libro impreso, que parece que ya no necesita más corrección y por eso la escritura actual es más descuidada. Es curioso que tanto Piglia como Saer, escritores que amo, escribían mucho a mano. (Piglia escribía en maquina de escribir en su juventud, supongo que después se pasó a una PC, pero sus diarios los escribió a mano. Y Saer dijo que escribía sus libros a mano; aunque según Manolo, en los últimos años, cuando supo que estaba enfermo, se pasó a una PC). ¿Cuánto más descuidada será la escritura si solo hay que hablarle a un aparatito para que transforme nuestras palabras en letras? ¿Será así como Macri escribió su libro? ¡Qué comparación atroz! Ya me dio repeluz. (Escuché que dijo que tomaba notas grabándose cuando era presidente y las usó en su libro). En todo caso, la culpa no es de la tecnología, solo reemplaza al trabajo humano. Sería lo mismo que tener une secretarie que tome nota de todo lo que une diga y lo teclee en una máquina, como se hacía antes. La culpa no es de la máquina sino de quien le da de comer.

Cambiando el ángulo de la información, quiero hablar de Pandora. Mi primer contacto con la mitología griega fue a través de la Enciclopedia ilustrada para niños de nuestra infancia. Allí decía que Pandora fue una mujer creada por los dioses, enviada a la Tierra con una caja que le dijeron que no tenía que abrir nunca, pero ella no puedo aguantar la curiosidad, abrió la caja y de ahí se escaparon todos los males humanos y se desparramaron sobre la Tierra (dolor, vejez, enfermedad, etcétera). Cuando la caja todavía estaba abierta, Pandora escucha una voz suave que le dice que es la esperanza, que cierre la caja así ella no se escapa y los hombres no la pierden. Gracias a que Pandora cerró la caja a tiempo, los seres humanos nunca perdemos la esperanza. Ya desde entonces, desde mi lejana infancia, no entiendo por qué si los males se hacen efectivos cuando salen de la caja, la esperanza funciona cuando se queda adentro; pero a pesar de no entender esa contradicción cuando pensé en la frase de Manuel sobre la esperanza me vino bien la imagen de Pandora cerrando la caja a tiempo para no perderla. La semana pasada, catalogando libros de literatura infantil en la biblioteca, me ocupé de un libro de Ana María Shua con versiones de mitos griegos y la historia que cuenta de Pandora es muy diferente (y más coherente). Para empezar, no fue un regalo de los dioses a los hombres sino una trampa en venganza porque Prometeo les había dado el fuego, y cuando ella abre la caja (que era un ánfora) y deja salir los males, ve algo luminoso en el fondo y lo deja salir pensando que es inofensivo, pero es la esperanza que "nadie sabe si es un bien o es un mal" porque ayuda a que los seres humanos soportemos todos los males de la Tierra. Según Wikipedia ambas versiones son antiguas y, más allá de lo que uno piense sobre la esperanza, queda en claro que el mito es bien misógino.

Si Pandora fue la primera mujer, antes solo había hombres. Inmortales, porque la muerte salió de su ánfora, y no se reproducían. Qué curioso pensamiento. Les reprochan a las feministas desear un mundo sin hombres, ¿y la cantidad de culturas que imaginan un primer estadío ancestral idílico sin mujeres? Qué extraña tanta ajenidad con media humanidad. Pero dejo mis reflexiones antropológicas porque quiero almorzar.

4.4.21



18 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page