Segundo intento de escribir este fin de semana. Ahora es el domingo a la noche, antes de la cena. Estoy sentada en el living, frente a la tele, con el velador amarillo atrás a la derecha, la libreta apoyada sobre un objeto cilíndrico sobre mis piernas, Rubén a menos de medio metro haciendo ejercicio en la bici fija que nos prestó mi hermana mientras mira en la tele un episodio de Superman de 1954. Yo nunca vi uno de estos; para mí, Superman es el de las historietas de mi infancia. Me encanta ese look de los 50 en blanco y negro, me hace acordar a las películas que daban en la tele cuando era chica, vi montones así y me parecía tan raro todo (la forma de vestir, las relaciones personales, los temas que trataban) que nunca entendía bien ni dónde ni cuándo transcurrían.
A ver si puedo concentrarme en mí, no en la tele. Me parece que me va a costar mucho. Escucho las voces originales en inglés y me da intriga saber qué dicen, y para eso tengo que leer los subtítulos. La verdad, es fascinante. El malhechor secuestra a Lois Lane, la desata para que ella le enseñe a escribir a máquina y ella aprovecha para escribir un mensaje de socorro oculto en una cara que dibuja en un papel con la máquina de escribir, dobla la hoja como un avioncito de papel, lo tira por la ventana y se lo entregan a Clark Kent; Superman salva a Lois y termina dando una charla sobre las virtudes del ahorro a los chicos de una escuela. Una maravilla. Una ídola Lois, jamás pierde el sentido del humor ni se la ve asustada y tiene la suficiente habilidad y, sobre todo, sangre fría como para hacer un dibujo con su máquina de escribir. Lo de Superman es fácil, las balas no le hacen nada, puede doblar barras de hierro con sus brazos, ¿qué mérito tiene? Así cualquiera es héroe.
Rubén sigue pedaleando, ahora puso un video con fotografías antiguas y música instrumental. Espero que me ayude a despegarme de la tele.
Se acaban los días de descanso, ya quedan solo las últimas horas. Estoy medio chota; me encontré con Patricia y me dijo que me veía con cara de cansada. Es cierto, no estoy ok, no sé por qué. Ya pasará. Hoy hice yoga a la mañana, me hizo bien en el momento pero sigo a media máquina.
Ahora que no siento la necesidad de “cuidar” estas libretas (porque estoy convencida de que me puedo fabricar todas las que necesite y además tengo ganas de fabricar más) podría usarlas como libretas de notas, apuntes, bocetos o borradores. No me gustó lo que escribí el último fin de semana, ni ayer ni hoy, siento que estoy demasiado descriptiva: me siento, (d)escribo lo que tengo a la vista, lo que escucho, y chau pichu. ¿Qué gracia tiene eso? ¿A quién le importa? Recordé que cuando empecé este experimento, una idea era aumentar las posibilidades de que me visite la inspiración y “me encuentre trabajando" pero siento que últimamente no me visita nadie. Y dejé de visitarme a mí misma también; hace días que no conecto con “eso" interno que me trae bienestar. Ay, no sé qué me pasa. Hace diez días estaba feliz, después perdí el hilo (el hilo de Ariadna para salir del laberinto). ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? Qué volátil es todo. ¿Soy una trastornada o esto le pasa a todo el mundo? (Rubén terminó de hacer bici, se acercó a darme un besito y dijo que se va a bañar. La tele quedó en silencio, YouTube detenido.) Esta última es la gran pregunta de mi infancia. Infinidad de veces me pregunté si todo ese bullicio interno que yo percibía en mí era algo propio y singular mío o era algo que experimentan todos los seres humanos pero como nadie habla de eso, cada uno es testigo solo de su propio e íntimo bullicio. Toda esa miríada de percepciones, sensaciones, pensamientos con o sin palabras, sentimientos, intuiciones, dudas, preguntas, deseos, temores, anhelos, conjeturas, etc., etc., etc. En alguna novela de Saer un personaje expresa esta misma duda, no recuerdo ni qué personaje ni qué novela, pero sí que cuando lo leí me sentí muy reconocida / identificada. De chica me preocupaba el tema, me preguntaba si estaba medio loca, porque no veía eso en nadie. Encima, en mi adolescencia sufría unos cambios de humor profundos, abruptos, sorpresivos e inexplicables. De golpe estaba eufórica y al instante siguiente estaba bajoneada. A los 15 años estaba tan deprimida que empecé terapia y 7 u 8 años de tratamiento me convirtieron en una neurótica aceptable para la sociedad. Fue después, por mi cuenta, que seguí evolucionando y creciendo. (Ah, dejé el libro de Jung que había empezado, intenté terminarlo pero no hubo caso, no logré volver a engancharme).
Capaz que esto ya lo dije antes. La semana pasada, corrigiendo erratas en el blog, me di cuenta de que ya había hablado de la relación agua/aceite entre el dinero y el tiempo libre y que ya había citado la frase de Arlt (dije lo mismo dos veces sin recordar que ya lo había escrito). Esto me pasa por ser tan descuidada. Ahora aparece Feinmann y su frase chota sobre los que publican sus gansadas en la web. Se ve que tengo el superyó a full hoy, rompiendo los quinotos con su mala onda y amargura. ¿Quién te invitó? ¿Por qué no te vas a lavar el orto? (ay, qué mal hablada). Che, ¿cuánta gente hay acá? ¿Cuántas somos en esta conversación? Aparecieron todos mis fantasmas pero la voz más importante, la que más quiero escuchar, está muda. Uno de mis textos favoritos en mi adolescencia era el de Girondo que empieza “Yo no tengo una personalidad, yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades… “ Me sentía ultra representada por ese tironeo entre personalidades, tan indefensa entre sus pujas, mi “yo" era el terreno de disputa donde se desarrollaban todas las batallas. Volví a mis 15 años y no es agradable (no son los 17 de Violeta Parra).
Anoche vi un par de videos breves sobre el concepto de WU WEI y después uno hermoso que se llama “Sed de ser". Muy bello todo. Vamos a tratar de incorporar algo de esto. WU WEI, no forzar, en este caso vamos a tomarlo como no imponer, no imponerme nada, no intentar modificarme sino aceptarme como estoy. ¿Estoy chota, estoy incómoda, no me siento a gusto? Aceptemos todo y quitémosle los adjetivos, ¿no había dicho yo misma que la vida es mejor sin adjetivos? Saquemos el “chota". Estoy. ¿Incómoda? En vez de preguntarme por qué o qué me incomoda para tratar de cambiarlo, aceptemos la incomodidad. Es más, no hablemos más de ella. Todas las sensaciones y percepciones y etc., todo ese bullicio interior que conforma y filtra lo exterior, aceptémoslo como un mar en el que estoy nadando ahora, un medio en el que me muevo, como un astronauta en el espacio o lo que sea. Soy esto que siento, no es algo que me pasa, soy lo que siento. No va a dejar de pasar porque yo me siente a esperar que pase porque no es un tren, no es, soy. Hay algo de angustia, miedo también, dolor de cabeza a la altura de las cejas, tensión en hombros y mandíbulas, empieza el hambre, mi mano se mueve, aparecen letras, palabras, signos, paso de una hoja de color a otro color, la lapicera es una Simball escolar que era de Manuel y heredé yo, la tinta es azul, la letra está muy despatarrada, bastante ilegible. Todo ES. No puedo elegir con qué me quedo y con qué, no. Todo existe. Ninguna sensación desaparece pero tengo un poquito más de paz porque ya no rechazo lo que no me gusta. Simplemente convivo, con la certeza de que nada dura demasiado y que tarde o temprano voy a ser feliz de nuevo. Y ahora dejo porque tengo hambre.
1.8.21
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