Hoy escribo con lápiz porque ayer vi un documental cortito de Faber-Castell sobre cómo fabrican sus lápices y quedé fascinada. Me encantó el video, es muy estético, y todo el proceso es impresionante: las distintas etapas, las máquinas y la cantidad de personas implicadas, el volumen de los materiales, sus colores y texturas. Así que hoy agarré un Faber-Castell azul y acá estoy. Paro para sacarle punta. Volví con el sacapuntas y un cacharrito para las virutas. Ahora sí que no me para nadie.
Estoy contenta porque pude pasar en limpio las dos sesiones anteriores. Es una alegría específica, acotada, en medio de cansancio y desazón, por eso la destaco. Tengo encima el cansancio de fin de año, me parece, y todavía faltan dos meses (el boletín de Cenital de Malena Rey de hoy justo dice exactamente lo mismo). También tenemos encima el año y medio de confinamiento del cual vamos saliendo cada vez más pero no es fácil. Me invitaron a un cumple dentro de dos semanas y me debato entre la alegría (tengo ganas de ir ¡hasta soñé con fiestas!) y la extrañeza por volver a socializar y compaginar (o no) las precauciones sanitarias. Pero creo que me tengo que obligar a salir. Recién hablé con Silvia y la noté mucho mejor que la última vez y creo que es porque estuvo saliendo y socializando.
Con este lápiz azul me sale una letra bastante prolija. Estoy sentada en el silloncito, es la tarde del domingo, Rubén está sentado enfrente bordando. Tanto el como yo estamos con auriculares, yo estoy escuchando Track & Traces de Harmonia 76. Antes estuvimos en el jardín, al sol, todo lo que pudimos hasta que vino la sombra. Había llevado todo el equipo de escritura para escribir en el jardín como el domingo pasado pero estaba muy ventoso. Me quedé adormilada al sol, con mi cabeza apoyada sobre las piernas de Rubén y su mano sobre mi abdomen, yo escuchaba los sonidos corporales de su panza y él sentía las vibraciones de la mía. Me puse a pensar en todo lo que se mueve adentro de nuestro cuerpo y no percibimos, pensé que todo el tiempo está todo en movimiento (sangre, oxígeno, nutrientes, todo lo que se procesa, transforma, regenera y perece) y que nunca somos conscientes. También, por cosas justamente que me pasan con Rubén, pensé en lo difícil que es conectar hasta con las personas que más queremos. Somos ¿mónadas sin ventanas? (¿Era así la frase de Leibniz? Yo no lo leí, me acuerdo de mi hermana hablándome de Leibniz en nuestra lejana juventud, cuando lo estudió en la facultad). Ahí me mareé un poco, porque si nuestro cuerpo, que es lo más nuestro y propio, no lo percibimos (no percibo mi sangre viajando por mis venas, mis órganos trabajando, mis neuronas haciendo sinapsis, mis pulmones absorbiendo oxígeno) y la persona más cercana puede ser un planeta desconocido, entonces ¿dónde estamos? Me sentí intangible, una nada entre dos nadas, finita como una hoja de papel entre dos abismos, una idea flotando en el espacio (pero debe de ser por el agotamiento). (Rubén me hizo varios comentarios sobre su bordado, le respondí un par de veces y cuando se quejó de los vecinos en el jardín le dije que estaba intentando concentrarme. Hoy estuve a punto de irme a escribir a un bar).
Cuando subimos al departamento, justo cuando estaba hablando con Silvia, vi unos loros en lo más alto de la copa del níspero comiendo sus frutos naranjas. Era lo único todavía iluminado por el sol que hacía resplandecer el verde de los loros y el naranja de los nísperos. Nunca había visto loros en el jardín. Me encantaron los colores y también que algún ser vivo aproveche los nísperos. A mí me encantaría agarrar algunos pero están muy altos. En la casa de Besalú teníamos un níspero en la puerta y comíamos un montón.
Anoche cuando terminé de pasar lo escrito al blog, contenta con mi alegría específica, se me ocurrió mirar las analíticas de la wix y confirmé que nadie me lee. No entró nadie en la wix en el último mes. Ni mis amigas (un par de ellas me dijeron en los últimos días “¿seguiste escribiendo? Yo no entré más!”). (Cambié de lápiz porque al azul se le rompió la punta, ahora sigo con uno verde). Comprobar que no tengo lectores actuales no me afectó, ya lo sospechaba. Es lo más probable. Pero me pregunté por qué me sigue importando publicar en el blog si sé que nadie me lee. Como dice Wislawa en una de las respuesta que incluí en 49 , no es cierto que se escribe para uno mismo (otra coincidencia con el boletín de Malena Rey de hoy, también habló de este libro) (espero que mis no lectores, si algún día caen por acá, lean a Wislawa). La respuesta simple sería que no necesito lectores reales pero sí lectores potenciales. O que necesito la ilusión de que puede haber lectores reales aunque no sea cierto (en eso Internet es más cruel que publicar en papel, porque si publico en papel y mis libros mueren en las librerías, de lo único que me entero es del número de ventas pero no del número de lecturas –los libros en papel se pueden prestar y releer—en cambio publicando en la web el tráfico está contabilizado: si no entró nadie, no me leyó nadie. Más cruel porque deja menos margen para la ilusión y el autoengaño).
Está oscureciendo. Rubén se levantó hace rato y con gran despliegue escénico recogió todos sus petates y se mudó a la cocina. Se acentuó mi tristeza no sé por qué y se deslizaron dos lágrimas, una por cada mejilla. Llegué a la última página del primer cuadernillo y comprobé que la distancia entre uno y otro es exagerado, deberían estar más cerca. Tengo que tomar una decisión: me levanto, enciendo una luz y sigo escribiendo, o dejo acá. Me siento tan poco inspirada y tan improductiva que mejor dejó acá. Lo único lindo fue la letra más prolija gracias a los lápices de colores.
3.10.2021
Comments