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Marina Pérez Muraro

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Necesito vacaciones. Me está costando vaciar mi mente del trabajo. Me instalé en el silloncito mirando al balcón, qué está cubierto por completo de verde soleado, y me quedé mirando el cielo y el verde un buen rato. Como  volviendo de un viaje astral, va bajando el alma al cuerpo. Hoy es domingo electoral. Ayer llovió mucho a la noche y hoy está hermoso (ayer también estaba hermoso antes de que se acercara la tormenta). Escribo de nuevo con la lapicera de madera; por fin fluye. Descubrí que al árbol del jardín le sobresale una rama ¿nueva? más larga y flaca, vertical, por sobre el resto de su copa. Parece un pirincho despeinado. Hubo mucho viento estos días; ahora, una brisa mueve las ramas. El aire está agradable. Sospecho que si estuviera al sol tendría calor, por eso preferí no bajar al jardín. Es el mediodía y todavía no fui a votar.  Me gusta el verde resplandeciente de mis plantas iluminadas por el sol. Refulgen. Las hojas de los áloes, erguidas; el sol las atraviesa, destacan los pinchitos amarillos de los bordes tan ordenados como el adorno de un vestido, y las líneas de verde más claro dentro de cada hoja. Donde el sol las atraviesa, esas líneas se ven continuas; donde el sol da de arriba, veo lunares amontonados. En medio de tanto verde frondoso asoman puntos rojos rutilantes (los malvones, las mandevilias) y una primera flor lila de una de las plantas que traje en enero de la quinta. Lo demás todavía no floreció. La clivia duró muy poco. Me levanté para sacar unas fotos pero reaccioné tarde, el sol ya se movió y no da en el balcón. No pude captar lo que veía ni con palabras ni con fotografías. Ahora el sol sigue iluminando a los árboles del jardín y más allá, pero en mi balcón el verde está apagado. Parece más silencioso y tranquilo, también más pesado. Pensé en los bosques, como urbanita que soy los imagino maravillosos, pero deben de tener poco sol (abajo, donde une puede caminar). Un claro del bosque: un lugar dentro donde llega el sol. ¿Cómo habrá sido vivir en la Tierra cuando los bosques la cubrían? El nombre del mundo es bosque, escribió Úrsula. Terminó la cumbre en Glasgow ayer, creo. Cuando yo era chica presagiaban que "si seguimos así" íbamos a arruinar el planeta. Parecía tan lejano y tan increíble, y ya está, ya llegó, ya está arruinado. No hay adjetivos suficientes. Quiero cambiar el rumbo para no deprimirme pero me cuesta. Miro el cielo celeste, totalmente despejado y pienso en esos millonarios criminales que se dedican a tirar cohetes al aire en vez de colaborar para mejorar el planeta. Manuel y Rubén ya están hartos de mis alegatos anticapitalistas. Punto. Vamos para otro lado. Tal como estoy sentada, las copas de los árboles están justo a la altura de mis ojos. Me gusta mucho el movimiento de las ramas y el sonido que producen. La lapicera fluye bien ahora, pero tengo la libreta apoyada en un cuaderno no muy firme, queda todo medio en el aire y la letra sale muy despatarrada. El cuaderno  está metido en una bolsa de plástico que hace mucho ruido apenas la toco. Supongo que no voy a retomar el proyecto 2 hasta las vacaciones o hasta febrero. Apenas puedo con el proyecto 1. En el último año y medio encontré dos cosas que me hacen muy bien: yoga y escribir acá. En los últimos dos meses, por culpa del trabajo, descuide ambas. Es cierto que tengo ratos en el día para despejarme el trabajo, por lo general lo ocupo leyendo notas periodísticas o mirando lo que surja en YouTube, pero no es lo mismo, no me alimenta de la misma manera. No sé si estoy exagerando, pero me parece que si logro mantener un buen ritmo de yoga y escritura, me banco lo que sea, y que si no lo mantengo, empiezo a patinar. En conclusión, mantener un buen ritmo de yoga y escritura no es una cuestión menor, no es un lujo: es cuestión de salud, es vital. Me lo digo para no sentirme culpable por hacer yoga en vez de trabajar. Tengo algo duro y oscuro adentro mío: tristeza e incomodidad. El resplandor del sol en mi balcón me limpió mientras estuvo; ahora, me reencuentro con el pesar. Ahora estoy escribiendo y más tarde haré yoga, espero que todo ayude porque sospecho que puedo lidiar con este pesar si tengo ratos para hacer lo que me hace bien. Salud psicorporal. No mencioné al pájaro, está cantando hace rato. Hoy está más lejos, pero lo escucho. No sé si es el mirlo de siempre (Rubén lo reconoce; yo, no). Ahora las ramas no se mueven pero si las hojas: un balanceo en el lugar, como si conversaran entre vecinas. El árbol de al lado, más bajo y delgado, tiene hojas de un lado más claras que del otro. Se mueven más (supongo que son más livianas),alternan el lado oscuro y el claro, parece que aplaudieran. Dejo, hay que almorzar, votar, hacer yoga, etcétera. No hubo iluminación hoy, solo la del sol que no me tocó a mí.


14.11.21


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