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  • Foto del escritor: Marina Pérez Muraro
    Marina Pérez Muraro
  • 23 ene 2022
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 24 mar 2022

Finalmente nos tocó a nosotros. Después de la fiebre de Rubén, a la semana empezó con fiebre Manuel y a los pocos días yo. Me hice el test y dio positivo: tengo covid. Por suerte todos con síntomas muy leves que pasaron rápido, ya estamos bien. Imposible no contagiarme cuando dormimos todos juntos en el living por el aire acondicionado para escapar de la ola de calor; hubo que elegir entre Escila y Caribdis (o covid, o golpe de calor). Como yo fui la última en caer, empalmé los aislamientos por contacto estrecho con el mío por caso confirmado; resultado: casi todo enero aislada en mi departamento, primero con la ola de calor y después con temporada de lluvia. Me gusta el nublado y me gusta la lluvia, lo que no me gusta es la humedad ambiente, cómo siento mi cuerpo cuando hay tanta humedad y que la ropa no se seca. Hay que inventar la lluvia seca. Me siento rara, desacomodada. Melancólica, tal vez. ¿Triste? Miro por la ventana y no logro retomar el hilo. Se me soltó la cuerda. Algo patinó y se desajustó. Se soltó la correa. Pensé que me iba a hacer bien escribir,  pero no, sigo igual. Está todo muy quieto. Hay mucho silencio, adentro y afuera de mi cabeza. Solo veo niebla. No encuentro el puente entre el deseo y la acción,  entonces siento que no hay ningún deseo. No es cierto, hay deseos pero no saben (no encuentran) por dónde cruzar, cómo desarrollarse. Voy a ponerme a hacer algo manual, a ver si eso me recupera. 22.1.22 Acá estoy de nuevo, al día siguiente. Domingo. Asomó un poquito el sol pero ya se volvió a cubrir. El cielo está plateado, como la plata oscurecida por el tiempo. Ahora no llueve; ayer hubo temporal, llovió intensamente toda la tarde. Hoy estoy más tranquila, me reconozco. Sigue el silencio. Los nubarrones se mueven muy lentamente. Le encontré la mano a esta libreta. Al principio me desorientaba el movimiento de los cuadernillos cerca del lomo; ahora que estoy llegando a la mitad, ya no me molesta. Además descubrí que gracias a ser tan flexible, la puedo doblar sobre si misma totalmente, es decir abrir al medio, juntar sus dos tapas y que queden pegadas y escribir así, con la libreta en una sola mano. Qué difícil describir este gesto. Vamos a la foto para ilustrarlo. Días atrás se me ocurrió describir lo que hago acá como “apuntes del natural" porque esta actitud de observar y describir en la libreta lo que me rodea me pareció semejante a lo que hacen los pintores con sus libretas de viaje o blocs para dibujar al paso. Libretas donde practicar y tomar notas de lo que una observa. Ahora no me sale describirlo como me gustaría pero me pareció acertada la idea y hasta me gustó cómo título: Apuntes del natural. Me entusiasmé con este instrumento de escritura, van varias veces que uso el mismo (Uniball Signo 0.5 color petróleo), ya le queda poca tinta. Tiene una punta metálica y finita. Antes me resultaba duro, ahora nos llevamos bien. Tengo ganas de escribir pero tengo miedo de que no salga nada interesante. Estoy desconfiada. En eso todavía no me recuperé,  algo se desajustó y todavía no volvió a su lugar. Ahora escribo con la libreta abierta, no doblada sobre sí misma, apoyada levemente sobre mi mano izquierda que asoma por arriba; parece como si mi mano quisiera abrazarla. Me distraje. Pensé en trabajo, aunque es domingo y estoy de vacaciones. Me cuesta saber cuándo hago suficiente, cuándo cumplí, siempre tengo la duda de que esperen más de mí. Me cuesta ver cuándo, por más que esperen más de mí, me puedo quedar tranquila con lo que hice y di. Obvio, soy pasto para la (auto)explotación, porque siempre hay alguien dispuesto a pedir un poco más. Esto es clave en mi vida, no solo laboral sino también afectiva. Aprender a sentir “ya hice mucho, ya hice suficiente, más no puedo": el gran aprendizaje de mi vida, todavía lo estoy transitando. Y eso que ya tengo años, eh! No me siento desinspirada hoy, me siento desconfiada. Siento que no confío en mí misma y por eso no confío en la escritura hoy. Eso se desajustó. Fueron raros los días pasados porque aunque los síntomas de covid fueron muy leves, me asusté dos veces por dos cosas distintas, me asusté como nunca me asusto y eso me desestabilizó. Quedé medio idiota. Quedé desconfiada, tambaleante, escribo pero no me largo, estoy siempre a punto de huir, a punto de abandonar lo que hago. Me recuerda una sensación de base de mi adolescencia,  era el mar de fondo de mi personalidad entonces: sentir que lo que hago no vale, que es nada, necesitar alguna señal de aliento para seguir adelante; dar cada paso con la renuncia pegada en el zapato. Que agobiante. Es moverse con el peso del mundo encima, percibiendo las toneladas de atmósfera sobre mí. Lo contrario es la liviandad. Me gustaría sentirme más liviana hoy. Liviana como Liliana (je). Ejercicios para la liviandad: seguir escribiendo igual, ignorar el peso del mundo, los siglos de la historia, los milenios de cultura; retroceder hasta la infancia, hasta el juego,  volver a lo más primitivo. Estoy dejando salir lo que surja, sin pensar si es así o no, palabreando por palabrear. Viene bien para destrabarme,  para recuperarme y retomar la confianza. Como el poema de Vallejo que recuerdo difusamente… ¿confianza en el arco más no en la flecha? Me levanté, fui a buscar el libro de Vallejo y encontré el poema: “Confianza en el anteojo, no en el ojo…”. A mi madre le gustaba mucho este verso: confianza “en la madre, no en los nueve meses". Todas las estrofas terminan con “y en ti solo, en ti solo, en ti solo". Sigo leyendo a Vallejo, unos poemas extraordinarios. Con Vallejo había inventado un juego, yo, para el Taller de improvisación literaria. Vamos a jugar un rato ahora. La esperanza que abre al huevo en naranjas tiene un largo entre dos espadas. El amor que parte al ojo en arrabales tiene dos huecos para tres edades. La vejez que serena al hijo con capitales tiene tres bellotas contra cinco animales. La mirada que absorbe al hígado desde el matambre tiene un árbol contra tres arados. No me convence. A Vallejo le salía mejor. ;-) Y tengo hambre, mejor dejo para almorzar. 23.1.22


 
 
 

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