top of page

66

  • Foto del escritor: Marina Pérez Muraro
    Marina Pérez Muraro
  • 9 mar 2022
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 24 mar 2022

¿Y si pudiera escribir algo que me rescatara? O que la rescatara a Silvia, ¡mejor! Un ruego, una plegaria, una palabra mágica, un poema. Mellon. Ábrete sésamo. El sésamo fue solo palabra mágica para mí por muchos años, antes de ser vegetal y de conocerlo en persona. Di Mellon y pasa. Habla, amigo, y cruza el umbral. Silví está en terapia intensiva desde el último día que escribí acá. En el umbral, en el quicio, no sé más cerca de qué lado. La llamo, le hablo, va y viene, se acerca y se aleja, pero no despierta.

Le dije que la acompañaba a donde fuera. Leí el último libro que me regaló, me puse el último dije que me regaló, encendí la gran vela que me regaló, traté de comunicarme con ella. La acaricié, le hablé, le llevé música. Le prometí irnos de viaje juntas, como tanto quería. Nos turnamos para ir a verla, su hermana (única familia de sangre que le queda) y sus amigas, familia construida con la vida. En estos días no pude escribir por el shock y la tristeza. Hoy intento escribir para mejorar, para no caer, para surfear el maremoto.

Cómo es la esperanza. Esa cosa con plumas, como dijo Emily. Ese engaño de los dioses a Pandora. Me aferré a la esperanza y deseché la información de los médicos porque no la entiendo. La esperanza, la obstinación. Todavía no pasó, todavía puede ser que no pase, nadie asegura que vaya a pasar ahora. Todavía puede despertar de este mal sueño y recuperarse. Habla, amiga, y da un paso hacia nosotras.

La esperanza es una luz azul, dicen. La esperanza, la espera en danza. La esperanza escondida en el zurdo. “Ah, si un cuerpo nos diese, aunque no dure / cualquier señal oscura de sentido / como un olor salvaje que perdure / contra las diligencias del olvido / y que por ese olor reconozcamos / cuál es el sitio de la casa humana / como reconocemos por los ramos / de luz solar la piel de la mañana.”

De muy pocas personas recuerdo la primera vez que las vi. Una es Rubén, hace 23 años. La otra es Silví, hace 38, cuando entramos a la Facultad. Recuerdo su pullover verde de cuello alto con bolsillos tejidos, su pelo negro, su seriedad, su letra “de grande" cuando compartíamos apuntes. En el primer año de Letras, cuando las materias eran anuales, coincidimos por casualidad en 4 de las 5 comisiones de prácticos en que me anoté, y al final del año éramos amigas. Recuerdo la primera vez que me animé a hablarle: yo la miraba siempre, porque me parecía interesante, ya sabía que coincidíamos en (casi) todos los prácticos. Estábamos en un aula esperando que llegue la profesora, que estaba demorada. Silvia, de pie, exclamó “¡Ay, que no venga!” y se dejó caer en la silla, y yo sonreí y me animé a hablarle. Pero la primera vez que la vi fue en la calle, haciendo la cola interminable para anotarnos en las materias, una mañana fría, demasiado temprano para mi gusto. Y también nos encontramos por casualidad el verano siguiente en medio de la nada, en la Patagonia, a orillas del Futalaufquen, caminando una hacia la otra, tan chiquitas e irreconocibles hasta que nos acercamos. Preparamos juntas tantos exámenes en jornadas maratónicas. Recuerdo llegar a su casa, medio dormida, demasiado temprano para mi gusto, ponernos a estudiar y que el olor de su cigarrillo me ayudara a despertarme. Y desde entonces para acá, tantos años y tanta vida compartida.

Silví, Silvia, Silvita. No te vayas todavía.

9.3.22



https://www.vangoghmuseum.nl/en/collection/p0002V1962
Vincent van Gogh, Sorrow

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Opmerkingen


© 2019 by Marina Perez Muraro. Creado con Wix.com

bottom of page