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  • Marina Pérez Muraro

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Domingo, 5 de la tarde, recién terminamos de almorzar (¡!). El cielo está limpísimo, despejado, soleado, estuvimos casi dos horas al sol en el jardín del edificio hasta que nos corrió la sombra (una de las razones del almuerzo tardío, además de la hora de despertamiento familiar). Hoy más temprano, con todo el sol encima, acomodé el balcón: nuevamente hay espacio disponible. No hace nada de calor a pesar del sol, el aire está frío y por momentos hay viento. Como tiene que ser,  dice Rubén, ya es mediados de mayo.

Escribo en el silloncito bajo, con la libreta abierta de par en par apoyada sobre un libro de tapas duras, con un lápiz negro Staedtler 4B, de los de cuerpo a rayas negras y rojas, al que le saqué punta antes de empezar. Hace mucho que no escribo con lápiz, me gusta el reencuentro con el grafito, es una sensación que requiere readaptación, hay algo de sorpresa en mi mano. Fluye sobre el papel como pez en el agua (el grafito), por ser 4B, supongo; va tan fácil que mi mano parece querer contenerlo,  incapaz de seguirle el ritmo; más lenta la mano que el grafito, menos ágil y desenvuelta, va conteniendo un caballo salvaje a todo galope por la llanura. Crin Blanca. A galopar, a galopar, hasta enterrarnos en el mar.

Escucho los ruidos de Rubén en la cocina, ahora más cerca; puse “ruidos" en vez de “sonidos" porque eran golpes de trabajo doméstico que me estaban molestando. Ahora sigue maniobrando objetos pero con menos volumen. Tengo las piernas cruzadas y la espalda encorvada. Ahora hay ruido de agua y lavado. Quiero escribir más allá (nueva sacada de punta al lápiz) de mis altibajos emocionales de la semana; más allá de la creencia de que escribir acá no tiene sentido, que ya perdió forma y jamás tuvo contenido. Escribir como quien construye un refugio a la intemperie; en un bosque, juntando ramas y hojas; o en la estepa siberiana, como Dersu Uzala cuando se aproxima la tormenta. Puedo anotar cualquier asociación libre que aparezca cuando escribo y después enlazar a la fuente cuando paso esto al blog, la magia de la web y los hipervínculos. Así, quien lee (nadie), si quiere y sigue las huellas, explora un poco más allá de mi cerebro. Hoy Rubén me dijo que “browse" es más técnico y “navegar" (aplicado a la web) es más metafórico. Naveguemos la metáfora juntos. Y “metáfora” —me dijeron hace décadas y no lo chequeé— es como llaman a los colectivos en griego moderno. Quiere decir que en Grecia nos podemos tomar una metáfora, subirnos a ella y que nos lleve a algún lado. Siempre nos llevan a otro lugar, ¿no? aunque a veces no nos demos cuenta. “Yo no cuento" dije hace mucho, y quise decir al mismo tiempo que no hablo y que no soy importante (para otros, sí para mí). Contar historias, ser tenide en cuenta. Contar, narrar, numerar. Contar para no morir, para dejar registro, para hacer memoria. Contar con las manos, con los dedos, con los ojos, con el cuerpo, con palabras y gestos. Contar ganancias, contar ganado, contar personas: dentro de 3 días tengo que participar del censo nacional como “censista de viviendas particulares”, voy a tener que contar viviendas (37), hogares y personas (nueva sacada de punta al lápiz). Según el Censo somos un solo hogar porque compartimos el mismo presupuesto alimentario. Rubén encendió la luz, fue hasta el balcón, salió unos minutos y me dio frío. Volvió a la cocina y ahora pasa en su rol de botafumeiro, ahumando el ambiente con perfumes y esencias. Tener que ser censista inesperadamente me cayó como peludo de regalo, en muy mal momento; (me) dije que si hubiera caído 2 o 3 semanas más adelante, no me hubiera complicado tanto la vida, pero ¿es real? Siempre tengo la sensación de que en unas semanas (con suerte) o meses voy a estar más tranquila, ¿y eso llega? A veces sí, estuve con menos trabajo a comienzos de año, lo que pasa es que… Silvia. Heredé (voluntariamente) cuatro almohadones suyos, los que más recuerdo de sus casas. Estaban en la primera a donde se fue a vivir con Luciano, la acompañaron de mudanza en mudanza y ahora están conmigo, en este mismo momento frente a mí. El viernes se cumplieron dos meses y no la van a censar el miércoles que viene.

Rubén me alcanzó media barra de chocolate para taza y un cafecito cortado. Y tengo que sacar punta al lápiz por cuarta vez, así va a durar poco. ¿Qué estará pensando este lápiz? Soy bueno para dibujar bocetos de arquitectura, planos de ingeniería; no me uses para llenar de palabras tus libretas, no voy a durar nada. El Censo hay que completarlo con lápiz, nos van a dar lápiz, goma y ¿sacapuntas? Por las dudas, llevaré uno mío. Ya no queda luz solar en el cielo, sí claridad, pero no sol directo en ningún lado visible. Ayer la luna estaba maravillosamente llena y limpia, la vimos cuando fuimos al supermercado y hoy, dicen, habrá eclipse, “luna roja". Qué bella es la luna, siempre la quise. Se deja ver, te acompaña,  no encandila como el sol. Es una amiga. Es rara esta luz artificial, la lámpara está casi arriba mío. La sombra de mi mano es muy nítida y el lápiz se junta con su sombra cuando escribo. Se tocan sobre el papel. Gusanito y dibujito creando un mundo que nadie ve. Rubén se sentó enfrente de mí, cansado de limpiar la cocina. Al empezar a escribir en una nueva hoja, la sombra de mi mano cae sobre la totalidad del papel, la puedo ver mejor. La sombra del lápiz espera, expectante, mientras veo cómo seguir. Aumentan las líneas de texto. Rubén comentó que encendió la luz sin consultarme si estaba bien, se levantó y salió de la habitación. Avanzan las líneas de texto, se acerca la noche, sigue girando el planeta, y el refugio en la selva no llega a cuajar, no se arma templo, no hay hogar. Hay palabras entrelazadas, asociaciones libres; enlaces habrá, imágenes que ya saqué, pero no hubo revelación, alumbramiento, llamarada, iluminación, epifanía. ¿Todo depende de mi paciencia? ¿Si continuo acá, persistentemente, garabateando palabras, aparecerá el genio escondido? ¿El secreto está en insistir, perseverar, no abandonar el intento si la pepita de oro no apareció más o menos rápido?  Muchas veces decidí dejar si al rato de escribir no había encontrado nada. Sigamos un rato más, hoy. Si no, me quedo con la sensación de que abandono demasiado pronto. Escribo unas cuantas hojas y si no atrapo algo me bajo de la calesita. No no no. Continuemos. Perseveremos. Insistamos. Aunque parezca que no encontramos nada, aunque no haya magia ni refugio, aunque la libreta se llene de pura intención, amague, palabrerío, bla bla bla, paparruchadas, pavadas, pasatiempos porosos, pobres pensamientos,  postizos hechizos. Esquivemos las asociaciones libres, tan bonitas y tentadoras, mantengámonos en la estrecha línea de navegación entre Escila y Caribdis, tratando de no ser engullidos por las palabras que ya leímos y quedaron adentro nuestro ni por el silencio atronador que pregona que mejor es callar. Un silencio que pregona no es silencio, es un vozarrón prepotente que dice “callate,  callate“. “No hace falta"; “no hables”, no cuentes, no escribas, no te expreses, no pienses, no preguntes, no te detengas, no salgas del surco, no interrumpas el flujo de aturdimiento constante.

Tengo un poco de frío en los hombros y en los pies, el cielo está azul cada vez más oscuro, los árboles hace rato pasaron del verde al negro. Ahora el que está en la cocina lavando los platos que quedaron es Manuel. Le saqué punta al lápiz 2 o 3 veces más y está notoriamente más corto. Pero ahora creo que no se queja más. Le encontró la onda a fluir conmigo, ya no se siente desperdiciado. Sigue besando a su sombra mientras escribo. No cuentes, yo no cuento, cuentas de colores, caracoles. Quimeras, esperas, veneras. En el estrecho margen entre ser dicho por otros o no decir, en el angosto pasaje que angustia, navegamos la metáfora, a ciegas, a los tanteos, con la incertidumbre sobre si está naciendo un milagro, se despierta el espíritu y se asoma, o es la nada misma, el mar eterno y cambiante, profundo, sin forma, inasible, inabarcable. Siento que encontré una verdad, no sé si universal, pero sí una que me sirve a mí: navego en el estrecho margen entre las palabras ajenas y el silencio; los dos peligros me despersonalizan. Ambos atraen magnéticamente,  ambos capturan e hipnotizan. Mantenerme al margen de ellos, en el estrecho margen donde no me engullen, no es fácil, no se da de por sí, requiere esfuerzo, dedicación y atención. Y no hay premio ni recompensa, solo salvarme de verme engullida. Hola, estoy acá. Aunque nadie me vea ni me lea. 15.05.22

 

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