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Marina Pérez Muraro

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Pasó el censo, fui censista por primera vez en mi vida. Me puso de muy mal humor tener que laburar en  el censo y fue muy agotador ese día pero ahora que pasó me quedó un recuerdo agradable gracias a que (casi) toda la gente que censé fue súper amable conmigo. Una sorpresa hiperagradable, tanta consideración. Ahora estoy en el jardín  del edificio, al mediodía, con  Rubén; bajamos a tomar mate pero al segundo mate se rompió el termo y acá estamos, tomando sol en vez de mate. Habría que consultar a algune uruguaye cuál termo comprar para que dure un poco más o bien asumir la insoportable fragilidad del termo y resignarse a comprar uno a cada rato. El repuesto de vidrio solo cuesta casi lo mismo que un termo nuevo completo; yo me niego a comprar uno completo cada vez por no acumular plástico al vicio, pero no es tan fácil encontrar el repuesto que encaje con la estructura que ya tenemos. Complicaciones de la vida del matero. Hablando de acumulación de plástico en el planeta,  ayer leí que la gran isla flotante de basura plástica del Pacífico está llena de vida, organismos diminutos que viven entre los plásticos. Todo lo que flota en el océano termina juntándose en ciertas zonas gracias a los remolinos y las corrientes marinas. Una imagen sugerente que de momento se queda boyando en mi mente sin cuajar en nada. Está hermoso el sol. Hoy es sábado. Al despertarme soñé que era domingo y me angustié porque me quedaba un solo día del fin de semana y ¡tanto por hacer! Pero cuando me desperté del todo me di cuenta de que era sábado y me alivié. Debe de hacer 20° grados al sol, una maravilla después del frío intenso que hizo esta semana. Estoy escribiendo con el marcador de punta fin celeste, la libreta doblada sobre sí misma sujetada por la mano izquierda y apoyada sobre mi rodilla derecha que está flexionada sobre la izquierda. En este ratito el sol ya se corrió y estamos en el límite de la sombra. En breve tendremos que desplazarnos. Hay una brisa muy muy suave y tengo un poco de hambre. Estamos sentados en un banco como los de las plazas, de listones de madera. No es lo más cómodo del mundo, más allá de la contracturas que me quedaron por hacer de censista.  Apareció una ráfaga un poquito más intensa y fresca de mi lado izquierdo mientras en mi lado derecho siento el calor del sol. Tengo dos temperaturas corporales al mismo tiempo y descrucé mis piernas. Unas hormiguitas chiquitísimas caminan entre mis pies; transportan algo, no sé qué, se ve que llevan unos puntos claritos. Estoy empezando a transpirar, no me gusta tanto el sol si transpiro. Estamos al pie del árbol grande, a pesar de todos los anuncios y amenazas ni siquiera lo podaron. Estamos justo a sus pies pero la sombra de su copa da sobre la pared del costado. En cualquier momento me toca la sombra del galpón de al lado que es la que está avanzando hacia nosotros.  Mi brazo derecho está caliente. Rubén apoyó su mano en mi espalda.

Cambié de posición para emparejar la temperatura de mis lados izquierdo y derecho. Rubén se sacó la remera para tomar sol. Sol sin mate. Cuántas cosas se pueden tomar en la lengua castellana. Abandonamos nuestro puesto al sol en busca de unos mates de pava. 21.05.22



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