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  • Marina Pérez Muraro

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Sábado de fin de semana extra largo: ayer fue feriado, el lunes es feriado y el martes comienza el invierno. Hay sol y una brisa fresca y yo estoy en el jardín del edificio, escribiendo con un marcador de punta fina nuevo, de color verde petróleo o algo así. Verde, bah. El capuchón es más gris pero la tinta es verde. ¿Cuál es la verdadera identidad del marcador: el color que promete o aquel con el que verdaderamente escribe? Pasaron dos fines de semana sin escribir, no sé bien por qué. Me engulló Caribdis y ahora me dejó salir. Decidí que Escila es el monstruo de las voces ajenas, el que atrae hacia la intertextualidad porque es un monstruo marino que devora a quienes se le acercan; y Caribdis es el silencio, la desvalorización,  porque es un monstruo que traga inmensas cantidades de agua con barcos enteros y crea remolinos de los que nadie escapa. Según leí recién en la Wikipedia, Circe le recomienda a Ulises alejarse más de Caribdis que de Escila, porque es preferible perder algunos hombres que el barco entero (pragmatismo femenino). Es analogizable: mejor caer en algunas citas intertextuales a riesgo de ser hablada por otros que ser engullida por el silencio y desaparecer. Así que acá estoy. Viene saliendo una letra horrible, ahora estoy tratando de mejorar. Escribo con la libreta doblada sobre sí misma, estoy sentada en un banco de listones de madera y la sombra negra y nítida del marcador es como un espejo del verdadero; tengo dos marcadores escribiendo al unísono, uno real, el otro su sombra (¿invertida? La sombra siempre está invertida. ¿Oscura? Todas las sombras son oscuras). Traté de sacar una foto pero con una sola mano y con el reflejo del sol no tengo idea de qué salió.

Me levanté porque vi que a un aloe le esta saliendo la flor; son dos los que están floreciendo. Di una vuelta por el jardín: el limonero tiene limones y el mandarinero,  mandarinas. Me contaron vecinos que años (décadas) atrás el jardín tenía muchos frutales pero se fueron muriendo. Mientras estaba de pie apareció un ave extraordinaria y se posó sobre el ficus. Grande, de plumaje moteado gris, negro y blanco, aluciné con que fuera un águila o algo así,  pero creo que son más grandes. ¿Chimango? No se para qué conjeturo si no sé nada de aves. Me gusta esta brisa sonora, se hace oír. Mueve las hojas secas y las hace sonar. Mueve las hojas verdes y también susurran. Además escucho voces de vecinos (al menos un hombre y una mujer aunque suenan como si fueran más de dos) que no sé de dónde vienen. Y escucho ladridos lejanos (por suerte no ladra el insoportable perro ladra-tortura-dor de la planta baja) y los chillidos de estos pájaros raros, y ruido de tránsito más allá, el murmullo indiferenciado y continuo de la ciudad (justo cuando escribí “indiferenciado" un motor destacó sobre el fondo general). Además, hay hormigas, grandes y negras (en realidad vi una sola pero la describí en plural asumiendo que habría mas; efectivamente ahora veo a sus compañeras). Ahora pasa un avión,  es como una gran pincelada sonora que atraviesa todo el cuadro, tapa todo con su color y ya desaparece. Apareció una vaquita de San Antonio caminando por el suelo, muy diligente, acercándose hasta mí y se detuvo a unos 30 cm de mis pies. Un rugido de camión más allá. Qué entretenido, entre describir el tránsito sonoro que no veo y el tránsito minúsculo y silencioso que me rodea podría pasarme la tarde. Una se queda quieta con papel y lápiz y el mundo se desenrolla alrededor para que hablemos de él. Una hormiga negra con una hoja verde busca su mejor camino, y una hoja verde del árbol que está a mi derecha cayó sobre mi hombro. Está cortada pero tiene una forma hermosa. Entra justo en una hoja de libreta, hoja sobre hoja.


Acá está, la dibujé. Justo vengo escribiendo con verde. Y me dio ganas de escribir con esta forma pero dudé: ¿escribir solo alrededor de la hoja (como estoy haciendo ahora) o escribir dentro de la hoja dejando el resto en blanco? Me decidí por escribir en el exterior porque no me siento inspirada para hacer una oda vegetal, y si escribo en su interior sobre algo que no tiene que ver con ella, siento que la estoy usurpando. Así queda como fue: una hoja que aterrizó en mi escritura y acepté su llegada. Aunque la guarde entre las hojas de la libreta y se seque, su forma no permanecerá igual, pero la registré con mi escritura.







Qué buena idea haber bajado al jardín. ¡Hay tanto para ver! Otra cosa curiosa: en cada pocito del suelo se acomodó algún fruto o semilla de los árboles. Están tan bien ubicados que parece que alguien los hubiera colocado, pero seguro que fue obra de la gravedad y del viento.

Estoy en un dilema: tengo hambre porque casi no desayuné, y casi no desayuné porque quería hacer yoga antes de almorzar, pero me puse a escribir. Si hago yoga antes de almorzar, comeré en una hora y media más o menos. Más vale que me vaya a hacer yoga ya, o abandono el plan y sigo escribiendo lo que se me antoje. Ay, qué dilema. Quiero todo. Más que escribir, lo que quiero es disfrutar este sol otoñal maravilloso. Podria hacer yoga y volver después al jardín… aunque entre una cosa y otra (yoga + almuerzo) tal vez ya no quede sol acá. Bueno… abandono mi puesto al sol. 18.06.22

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