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  • Foto del escritor: Marina Pérez Muraro
    Marina Pérez Muraro
  • 10 jul 2022
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 13 nov 2022

Se viene la tormenta.  Se siente en el aire, se avecina. No es sólo que el cielo esté nublado y “esté para llover”. Es una presencia más inmensa, una totalidad que nos envuelve, como si el mundo hubiera cambiado de sustancia y permanencia. Para ser invierno, hace calor. El sonido de las hojas movidas por el viento imita al de la lluvia en su constancia. Tengo una sensación marítima, de estar al lado del mar y sentir la presencia imponente del agua.

Hay una inminencia, un anuncio. Todos los cuerpos se preparan para recibirla. Crece el viento, baja la temperatura. El cielo es un manto gris que reluce. Me gusta la filigrana de los árboles marrones con sus hojas secas sobre el plano tiza del cielo. Apenas unos mínimos cambios cuando la brisa mueve las hojas o un pájaro cambia de rama. Cualquier golpeteo se confunde con lluvia. Anunciaron granizo y recomendaron no salir de las casas.

Y sin embargo, ¿lloverá? Eso tan anunciado no es ninguna certeza. Ya vivimos presagios erróneos, ya esperamos catástrofes que nunca sucedieron. Las condiciones barométricas podrían cambiar, un ciclón o anticiclón, lo que corresponda, podría intervenir y cambiar el curso de las aguas. En un par de horas podríamos tener el patio blanco cubierto de granizo o el sol brillando en las copas de los árboles.

No soy meteoróloga ni politóloga, no la veo venir. Soy una persona de a pie, peatona, pedestre, caminante, con una visión limitada por sus rutinas. Cancelé mi salida de la tarde por el anunció de tormenta y porque tenía ganas de escribir. La lluvia, no sé si me va a tocar. La escritura, acá está. La única certeza es lo que estoy haciendo en este preciso momento. Y es una certeza acotada: sé que estoy moviendo la mano con un lápiz sobre una libreta, estoy dibujando palabras y entrelazando ideas pero no puedo abarcar el sentido total de mi gesto. Si lo tiene. ¿Qué sería “el sentido total”? ¿La suma de todas las incidencias? Escribo en la libreta, después lo paso en limpio en el blog, después… si alguien lo lee, sigue un camino que desconozco. En mí misma tampoco puedo prever el desarrollo que tendrá. ¿Volveré a este texto algún día? ¿Lo recordaré aunque no lo relea? Qué sé yo. Única certeza: escribo. Es lo mismo que decía en mis 20-30 años, no “soy escritora” sino “escribo”. Definámonos por nuestros actos, no por esencias. Definámonos por nuestros actos en el momento en que los hacemos, ni antes ni después. Nuestros actos pasados se convierten en relatos, narraciones, y ninguna narración tiene la verdad absoluta. Nuestros actos futuros son como está tormenta: hablamos de ella pero todavía no ocurrió.

La segunda certeza es el plato de comida que hizo Rubén y que me está llamando a comer, así que ahí voy.

10.07.2022


P.D. Desde que escribí "Y sin embargo, ¿lloverá?" me hizo acordar a algo pero no reconocí a qué, cuando lo pasé en limpio me siguió sonando conocido y seguí sin reconocerlo. Horas más tarde, pensando que al final ya era de noche y la tormenta no había descargado, recordé un "Y si embargo no llovió" que escribí hace muchos años, en un texto que también habla de una tormenta que se anuncia y no descarga y se puede leer acá. Como para seguir pensando que el sentido total es impredecible.

Segunda posdata: días después me encontré con la Negra y me contó que tuvo un insight sobre un núcleo duro propio que nunca se entrega del todo y recordó mi poema "Durazno" que yo escribí hace cerca de 30 años y ella ilustró para la edición en papel de Zona crepuscular. Como para seguir pensando que si lo que yo escribo alguien lo lee, el camino que sigue es insondable.

 
 
 

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