Feliz cumple yo misma. Feliz en mi día, que reine la paz y viva muchos más. Estoy viva y hoy me celebro a mí misma como Whitman. Podría no escribir y solo disfrutar estar viva.
Cuando era chica los cumples eran un acontecimiento. Tal vez si nuestros años fueran como los de Júpiter, lo seguirían siendo, pero con la edad hasta algo que se repite cada 365 días se vuelve rutinario (sagerada).
En mis 30, lo que más deseaba en el día de mi cumple era no tener que trabajar. Se me dio, hoy es domingo. Ahora lo que más deseo es que no haga un calor espantoso. Se me dio también, hace calor pero no está húmedo ni pesado y hay una brisa agradable. Quería este ritual de escritura en mi día, más incluso que hacer yoga; solo falló que me levanté muy tarde porque trasnoché (sarna con gusto no pica) y que en breve salgo a ver a mi familia, tengo el tiempo acotado.
Escribo con un lápiz naranja y estoy pensando en cambiar de color para escribir colorido. Tengo el mate al lado pero está medio tapado. Hubiera estado lindo estrenar una libreta hecha por mí el día de mi cumple pero no se dio, a esta le quedan todavía bastantes páginas. Capaz que ni en Navidad.
Cambié a un lápiz azul. Anoche fui a cenar con Patricia y ella dijo que el naranja era su color preferido pero la que estaba de naranja (chalina y cartera) era yo. A mí también me gusta mucho. Cuando nació Manuel, por casualidad, montones de cosas de su habitación de bebé eran naranjas.
Manuel terminó de cursar su primer año de estudios terciarios, yo cambié de trabajo, Rubén puede jubilarse o pensionarse y estamos encarando la transición a su proyecto (auto)sustentable serrano para el año que viene. O sea, un balance muy positivo en el núcleo familiar primario. Diría que colaboraron las dos terapeutas, la de Rubén y la mía.
Me levanté para destapar la bombilla del mate y cambié a un color verde. Es demasiado clarito, vuelvo a cambiar.
Hagamos las cosas bien. Si quiero usar colores, usemos colores de verdad. Agarré la caja de lápices de colores Faber-Castell que no uso hace rato. Ahora estoy con un verde oscuro.
¿Qué es estar viva? Anoche intenté conectar con mi llamita interior, creía que podría, buceé por distintas capas psíquicas pero no llegué. Igual, me sentí flotando dentro de mí misma y fue hermoso y me pareció descubrir algo sobre mis capas (no como algo que cubre sino como estratos geológicos) y lo que no soy yo. Esta necesidad de darme tiempo y espacio para reconcectar conmigo misma porque si no, a la larga, me siento mal. Ya es vox populi la idea de que les introvertides no disfrutan entre multitudes, que necesitan recargar energía en soledad, etc. Pero en esa teoría yo había entendido (y sentido en mi propia experiencia) que en el encuentro entre pocas personas (2 o 3) todo está bien; pero a veces, aun estando con personas queridas (y pocas), empiezo a desaparecer. Vuelvo a casa y me siento vacía. Empezó a preocuparme el tema. Y ayer sentí algo físico, podría representarlo con una cebolla: a veces, aun estando con gente que quiero mucho, estoy solo en la capa más exterior de la cebolla, y si estoy solo ahí, me siento vacía. Tengo que aprender a tender puentes entre todas las capas de la cebolla, poder conectar con lo que no soy yo desde las más externas y al mismo tiempo conectar con las internas, no descuidarlas. Parece mentira, 57 años y todavía no aprendí esto.
Se levantó Rubén y me saludó muy cariñosamente por mi cumple. Cambié a un color violeta. Tiene otra textura esta mina, más plástica diría, se desliza diferente en el papel. Si para la brisa tengo calor (estoy sin ventilador). Ahí volvieron las ráfagas, ventilador natural.
Algo que ayuda a la fluidez entre capas es reconocer que hay una tristeza (y ahora sigo con rojo). Hay una tristeza, ni grande ni chica, tiene su propio latido, a veces se parece a la angustia, a veces se duerme y deja paso a la alegría. No inunda todo, no invade todo, pero está desde hace tiempo. En parte es duelo, dolor, ausencia presente, primer cumple sin Silvia. En parte es la transición bioenergética del proyecto familiar. En parte es metafísica, supongo. Por no hablar de “el mundo” y sus penurias. Lo bueno es que me siento viva. No estoy adormecida, no estoy anestesiada. Estoy presente ¿en medio de tantas ausencias?
Ammons, viejo y peludo. Me volví a maravillar con sus poemas y textos. Me enamoré de este poema.
Y dejo porque me puse a charlar con Rubén y en breve me tengo que ir.
27.11.2022
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