top of page

98

  • Foto del escritor: Marina Pérez Muraro
    Marina Pérez Muraro
  • 29 ene 2023
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 12 ago 2023

Paz. María la Paz. Paz climática, tregua de verano, reconciliación con el cosmos. Después de 10 días de calor exterminante, cambió el clima, se puso ventoso, más fresco, y volví a vivir. Esta madrugada el viento que entraba por la ventana era una caricia; me despertó y quedé feliz, en la cama, sintiéndome acariciada por el aire. Y ahora bajé al jardín y fue un placer recibir el último rayo de sol en la cara después de 10 días de huir sistemáticamente del sol asesino. No hay nadie en el jardín, lo tengo todo para mí. Apenas entré (¿o salí?) descubrí unas flores blancas que nunca había visto, de esas que crecen de bulbos y no sé cómo se llaman (dijo gúguel que son lirios). Son casi las únicas iluminadas por el sol, están en el cantero lateral donde el sol se demora antes de ser tapado por el edificio. Son bellas, blancas con un matiz lila muy suave, grandes campanas frágiles y altas, rodeadas de helechos de florería (no sé si son helechos, creo que sí). La arena tiene marcas de gotas de lluvia aunque ya pasaron varios días. Sobre la corteza de un árbol, duerme una hoja otoñal. El rosal chino está lleno de flores rojas, el mandarinero tiene botoncitos de frutas, el limonero tiene limones amarillos, y acaban de aparecer un abuelo y su nieto para jugar al fútbol acá. Son los que vienen siempre, me encanta escuchar desde arriba la voz infantil diciendo “¡abuelo!”.

Estoy sentada en una hamaca y me balanceo suavemente mientras escribo, será por eso que sale tan desprolija la letra, pero no me importa. Me gusta el balanceo y poder escribir en movimiento. La libreta está apoyada en la pierna derecha y la mano izquierda. Mis pies están camuflados entre las hojas secas amontonadas bajo la hamaca en las típicas hondonadas que se forman bajo ellas.  Está muy ventoso, parece primavera por eso y por la temperatura. Pasó una bandada de cotorras, no las vi pero las escuché. Nieto y abuelo ya van 5 a 2. Escribo con un marcador verde de punta gruesa y su tinta traspasa el papel, se ve lo escrito al dorso, eso no me gusta. Además, el fútbol familiar captura mi atención y el viento es persistente. Me pregunto si volver al departamento para seguir escribiendo. Solo quedan 20 cm de sol. Éramos pocos y apareció la abuela.


Acá estoy reinstalada en mi departamento. Cambié de marcador por uno de punta fina, también verde. Estoy al lado de la ventana, en el silloncito. Veo a mi vecinito jugar a la pelota y escucho a sus abueles conversando (a la abuela sobre todo). En el techo del galpón todavía hay sol. Dos palomas vigilan su territorio. Entran ráfagas y en el balcón se mueven las hojas. Estoy bien aunque con un levísimo dolor de cabeza y la sensación de haber comido mucho. El cielo está limpio como un espejo y en el borde de lo que puedo ver por mi balcón está la luna creciente. Abajo apareció otra vecina con un perro aunque no pueden llevar perros y menos si hay niños… en fin.

Me está costando trascender lo fenomenológico, parece. Volví a cambiar de ubicación para desentenderme del movimiento del jardín. Ahora veo mi balcón completo. Tengo que lavar los vidrios. "Por cierto, al techo no le iría nada mal una mano de pintura...".

La Paz también es porque ayer, por primera vez, la Negra me tiró las cartas del Tarot y lo que dijeron fue hermoso. Cada carta que iba leyendo la Negra era perfecta para el lugar en que apareció y todas juntas era muy sabias. Hicimos dos tiradas, la primera de 5 cartas y la segunda de 11. En los dos casos fue increíble. Quedé fascinada, con ganas de más. Y con esos sabios consejos en mi interior, tranquila, confiando en mi, enfocada.


Interrumpí para conversar con una amiga (por chat). Se están mudando. Otra etapa de la vida. Qué bueno, ¡cuántos movimientos!

El fin de semana pasado releí cuentogotas, el libro es decir el “libro" del blog que escribí cuando vivía en España, entre el 2008 y el 2011, y después un poco más al volver a Buenos Aires. Descubrí que las primeras cosas que escribí, y muchas que seguí escribiendo, eran observaciones de la naturaleza muy al estilo de las de estas libretas y muy al estilo de lo que sentí en Córdoba en estas vacaciones, que puedo abismarme en la contemplación de la naturaleza y no necesitar más nada. Me gustó reconocer la continuidad, que eso siempre estuvo y que cuando pude escribirlo me hizo bien. Ayer, en la tirada de 11 cartas, apareció El mago en el lugar de la autoimagen, cómo me veo a mí misma. La Negra me dijo que El mago tiene todos los elementos para crear sobre la mesa pero desordenados (y en el lugar de mi esencia, lo que soy de verdad, apareció El mundo, que tiene todos los elementos a su alrededor pero ordenados, ya integrados). Por algo de lo que dijo la Negra, relacioné a El mago con esto que venía pensando sobre mi escritura, y cuando leyó la explicación completa de la carta decía bien clarito en la última línea que tiene que ver con la palabra y la escritura. Algo que me pasó al releerme fue preguntarme por primera vez ¿tal vez esto que yo siento tan natural no le pasa todo el mundo? Ni el contemplar la naturaleza ni el (d)escribirla. Trae paz reconocer lo que une es, reconocer un camino. Aunque hayamos avanzado durante años como María la Paz, un paso adelante, dos para atrás, para este costaaaaaado, para el otro laaaaado, etc., etc.  Y también me trajo mucho alivio por lo que dijo del proyecto familiar, cada vez más consolidado y concretándose, y también apareció Manuel tal cómo lo sentí estos días: adulto, independiente, pero cercano. Suma Paz.


Interrumpí para hacerme un té. Cerré la ventana porque el viento me daba frío en las piernas. Abajo se juntó toda la familia: además de abueles y nieto, también padre y madre. Siguen los pelotazos y las voces.

Otra carta linda que salió en la tirada de 11 fue el Caballero de copas en el lugar de cómo creo que voy a estar cuando pueda vivir como quiero, más adelante este año: según la Negra el Caballero no es tan inexperto como la Sota pero tampoco tan experimentado como el Rey; tiene su experiencia pero continúa buscando, sale a explorar, tranquilo, ofreciendo lo que sabe. También me reconocí en esa posibilidad. Así que vamos bien, voy bien, estoy tranquila. Parece que la clave es esta: antes imaginaba cómo quería vivir y pensaba que el que eso se diera dependía de cosas fuera de mi alcance: la suerte, la casualidad, lo que otros hacían y decidían, etc. Ahora siento que la llave la tengo yo, va a ocurrir porque voy a hacer lo necesario para que ocurra (me acuerdo mucho de mi poema "Decreto de necesidad y urgencia". Y de la foto de una pintada callejera que vi hace tiempo: “El futuro no es lo que va a pasar sino lo que vamos a hacer”). Lo que ayudó a cambiar de óptica fue el (casi) año de terapia, por supuesto. Gran terapeuta Isabel.

El sol ilumina la copa de un árbol que esta más allá del jardín. El árbol de al lado, ya sin luz solar sobre él, tiene ramas bien verticales y hojas más claras del lado de abajo, casi blancas. El viento las agita y forma dibujos blancos en la copa verde; no es luz, sino ráfagas de claridad desplazándose por las ramas. Cosa linda de ver, de verdad. Empiezan unas pocas hojas a mostrar su cara blanca, se van contagiando las demás hasta que por unos segundos la copa es más blanca que verde, se inclina, se agita, y cuando se apacigua vuelve el verde.

 29.01.23


 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comments


© 2019 by Marina Perez Muraro. Creado con Wix.com

bottom of page