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Marina Pérez Muraro

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Calor, calor, calor, calor, calor, calor, calor y nada más que calor. Tengo la mente secuestrada por el calor, el calor más hiperbólico que viví en mi vida, un calor astronómico, ígneo, de magma terrestre y plasma solar, de explosión atómica y erupción volcánica, del infierno, del trópico más ecuatorial y salvaje, de mil millones de demonios y dragones.

Sobrevivo pegada al único aire acondicionado del depto y cuando me alejo unos metros, reaparece el infierno; y si me asomó a una ventana, el monstruo me come. Limité mis actividades al máximo, me refugio en el interior pensando en los escandinavos que se pasan meses bajo varios metros de nieve y tampoco deben de ir mucho a ningún lado, imagino. Masomenos lo mismo pero para el otro extremo del clima. Y casi no escribo pero hice un esfuerzo y acá estoy, garabateando.

Eso sí: no pretendan mucho de mí, hoy. Con este calor, no soy persona. Lo único que quiero es que pase este día, que llegue la madrugada con su lluvia anunciada y que este despropósito se corrija.

Me pregunto si este año sufro más el calor por mi edad, por el calentamiento global, o por ambos fenómenos en paralelo (como dije hace años: el mundo empeoró y yo envejecí, y las dos cosas ocurrieron al mismo tiempo). O porque lo asumí con todas las letras y ahora lo dejo escrito: por encima de 26° el calor me molesta, por arriba de 30° dejo de ser persona, y por arriba de 36° lo paso para el reverendo ojete. En cierta forma, asumir esto me trajo la paz de la resignación. Ya está, soy así, cada vez habrá más días de 30° o 36°, organicemos la vida teniendo esto en cuenta.

Organizar: tengo muchas ganas de ordenar mi vida. Ser metódica, poner energía en lo que quiero cuidar; cuidarme y disfrutar mis alegrías, grandes o pequeñas. Algo pasó, me estoy encontrando.

Estoy sentada en el silloncito al lado del ventanal del balcón, es decir justo abajo del aire acondicionado. Desde hace unos días, justamente por el calor, vino a vivir al living una mesita negra que es la parte de debajo de un escritorio para PC y en este momento la estoy usando de escritorio.  La libreta está apoyada sobre ella, con la bolsa de útiles de escritura abajo para que el bonito cierre pacman no moleste, y yo escribo con un marcador marrón de punta fina, con el antebrazo derecho apoyado en el borde. La mano izquierda sostiene mi cabeza, ella misma apoyada en mi rodilla izquierda. Es increíble lo despatarrada que sale la letra, pero más que por la posición es por falta de voluntad, no tengo ganas de ningún esfuerzo, ninguna dedicación, ma sí, que salga todo como salga. A pesar de la temperatura extrema hay 4 nenes jugando a la pelota en el jardín y el perro, consecuentemente, ladra. En un par de horas voy a bajar al súper.

No entiendo cómo hay gente que disfruta el calor. Un poco de agua para estos niños, por favor.

Llegó la hora del firulete; señal de que mejor, dejo acá.

12.02.23


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