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Dos

  • Foto del escritor: Marina Pérez Muraro
    Marina Pérez Muraro
  • 15 may 2018
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 21 may 2023

Hoy tuve un momento Paterson: salí de casa para el trabajo, a buen ritmo, en vez de ir por Mármol agarré por 33 orientales, el aire estaba fresco (¡por fin!), el cielo luminoso (¡por fin!), el sol iluminó unos árboles otoñecidos, el cielo estaba celeste con unas nubecitas blancas, había árboles unos tras otros, verdes, amarillos, las veredas llenas de hojas secas, mi paso vivo, mi cuerpo en movimiento, mi mente vaciándose, y todo fue unidad, percepción, apertura a lo que hay, comunión, y recordé Paterson, exactamente este estado es el que refleja y logra trasmitir esta bella película. Armonía y unidad, decir “mi cuerpo” no representa el sentimiento, me gustaría encontrar una palabra que encarne la unidad. La semana pasada tuve varias claridades que me llevaron a varias decisiones, intuí, vislumbré varias verdades y este estado de percepción tiene que ver con todo esto. No sé si me llevará a escribir, como a Paterson, porque ando medio rara con lo lingüístico. Y sin embargo, al toque quise escribirlo acá, en esta libretita que se inauguró con Paterson y parece estar dedicada a estos momentos. Ahora por ejemplo, no sé si tengo algo más para escribir, pero me gusta ver aparecer mi letra despatarrada, estas arañas negras que van cubriendo las hojas, me gusta la sensación del marcador sobre este papel sedoso, suave, acogedor, me gusta el tono de este papel, me gusta el tamaño de esta libreta, que obliga a mi mano a acomodarse continuamente y despatarra mi letra (escribo en la cama, en camisón, antes de irme a dormir). Me gusta esto que estoy haciendo ahora, me gusta corporalmente vivirlo, y lo sigo haciendo aunque posiblemente cuando relea esto no pueda decir que (¡ojo! se trabó la fluidez porque quería decir algo así como que no era bueno lo que estaba escribiendo, que no tenía valor (literario) y no pude escribirlo porque sentía que sí tenía valor, el del momento mismo en que estoy escribiendo).

Tal vez estoy influenciada por los dos tomos de los diarios de Renzi que ya leí, por cómo Piglia constantemente juzga o exige a sus diarios una calidad literaria. Y otras veces escribí (diría que siempre) por el valor de la “escritura” en su sentido literario, conceptual, testimonial, lo que sea, pero por el contenido. Ahora estoy escribiendo por el placer material, corporal, de la escritura. Ni siquiera es un placer estético, visual, como sería la caligrafía, porque no creo que le vea algo lindo a esto cuando me aleje y lo reencuentre (como no creo que le encuentro sentido a esto cuando lo relea). Esto que escribo ahora no resiste la transcripción: si lo paso en limpio y cambia de materialidad, desaparece. Recuerdo mientras escribo una famosa carta que escribí hace alrededor de 30 años, y qué pena que no guardé una copia: le escribí una carta al Negro (en Italia) con tinta verde, donde no decía nada, solo jugaba con el hecho de que cuando yo empezaba a escribir, el papel estaba blanco, y a medida que escribía, se iba poniendo más verde, mientras que para él, en el momento en que me leería, el papel ya estaría mayormente verde; así fui llenando una carilla hasta que di vuelta la página y recomencé con esa misma relación… Fue una inspiración del momento irreproducible, fue saliendo mientras escribía, me acuerdo que quedé recontenta con el resultado, y la despaché. Aquella carta y este momento se parecen, escribo para nada, para llenar el papel, entonces para llenarlo de tinta verde para regalarle al Negro mi ingenio, ahora nada más que para prolongar el placer de escribir en este papel tan hermoso y ver aparecer esta letra (no me sale el adjetivo, otra vez me paré) esta letra garabato, irreconocible, extraña, mañana ilegible. Porque si paro, se acaba el hechizo, si paro y me voy a dormir, se termina este momento y la próxima vez que agarre esta libreta, si releo lo que escribí, no me va a parecer ni bello ni virtuoso. Entonces, además del placer corporal y material del papel, mi mano, la letra negra arácnida, además está el satori, el insight, lo que sea, de estar viviendo por primera vez en mi vida (como mucho, por segunda vez si contamos la carta verde) una escritura sin objeto, sin condicionamientos, sin exigencias, sin nada que la juzgue ni valore, una escritura absolutamente material, escritura física, no mental, escritura por escribir letras y palabras, no por unir ideas ni expresar emociones, una escritura que no seduce, no convence, no reclama, no invoca, no pide nada, no espera nada, una escritura absolutamente libre que me libera de todo lo que no sea ella misma. Y me tengo que ir a dormir nomás.


15.5.2018


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