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Ocho

  • Foto del escritor: Marina Pérez Muraro
    Marina Pérez Muraro
  • 6 sept 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 21 may 2023

Hola, libreta. Volví al negro, a un lápiz negro de escribir, no de pintar, pero no es el lápiz Pessoa ni un típico lápiz a rayas negras y rojas o amarillas sino un también típico lápiz beigecito con una goma incrustada en el extremo opuesto a la punta. No me acuerdo de dónde lo saqué, en una de sus facetas longitudinales dice DESK MATE HB. Volví al negro acá pero este fin de semana jugué con colores con mucho placer pero no sobre papel sino sobre tela. Compré acrílicos y pinté/restauré el almohadón del panda, un almohadón con un panda flotando de unos globos que le regaló Fernanda a Manuel cuando llegamos a España y estuvo en su habitación hasta hace poco que se vino a vivir al living. O sea que está con nosotros desde hace casi 17 años pero ya debía de tener sus años, por lo menos 10 más calculo. Con los años había perdido tanto el color que parecía uniformemente gris, salvo las partes negras del panda de un gris más oscuro. Los globos que antes eran celestes, verdes, amarillos, parecían todos casi del mismo gris. Este fin de semana lo pinté y disfruté un montón deslizar el pincel por la tela, desparramar el acrílico, revitalizar los colores, redibujar el panda, ir despacio por las zonas pequeñas o las líneas, rehacer los ojitos ya casi borrados, todo con un amor insospechado. Me sentía restauradora de arte repintando un cuadro tapado por el tiempo, ja, yo con mi panda. También cosí, mejor dicho remendé ropa, pero eso no fue creativo ni placentero, el placer estuvo en tener remendado algo que quiero seguir usando, no en la costura. Igual también me gustan los hilos de colores, haría macramé o crochet, algo así, para mezclar hilos de colores. Entre una cosa y otra recién te agarré el domingo antes de irme a dormir, ya de noche, ventanas cerradas, luz de velador, últimos pasos antes de meterme en la cama. Me gusta cómo se siente Desk Mate, se desliza bien, es agradable. También hace ruidito al escribir, me gusta el ruidito. Y es largo, casi nuevo, lo puedo agarrar bien. Y no me pide que le saque punta tan seguido, todo esto lo escribí sin tener que interrumpir. Va quedando como candidato para reemplazar a Pessoa para que Pessoa no pierda sustancia por culpa de mi escritura. Me puse a escribir, aunque ya es tarde y me tendría que ir a dormir, casi por superstición (porque no llega a cábala el asunto), pero temí cortar la racha, si pasa el fin de semana y no escribo incumplo una de las reglas del juego y me da miedo que se acabe todo entonces. Encima la última vez que escribí estaba desinspirada. Si sumamos 1 desinspiración + 1 ausencia el resultado puede ser que termine todo, y no quiero que termine. Quiero que siga, no sé cómo seguir pero esa es la gracia del juego, no saber, escribir sin saber. No puedo venir con nada preparado, no puedo corregir ni puedo censurar. Nos encontramos tres: libreta, instrumento de escritura y yo al menos una vez por semana y vemos qué pasa cuando nos encontramos. ¿Qué tenemos para decirnos? ¿De qué podemos hablar? ¿Cómo nos encontramos, cómo nos llevamos? No somos siempre los mismos (el instrumento de escritura es el que más cambia, la libreta es la que menos, ¿y yo?). Hoy vamos bien, se desliza Desk mate, me voy entusiasmando, tengo ganas de seguir. Empecé por miedo a perder y ahora que estoy jugando recupero el placer de jugar, y eso es ganar algo. “Y eso es ganarla”, dice la canción. No se paren, no se maten. Bue, salen palabras propias y ajenas, todas las palabras son propias y ajenas al mismo tiempo. Salen palabras del lápiz, entran en la libreta. La última vez que escribí acá, al cerrar la libreta descubrí que tiene esas cintas-señaladores de los libros antiguos y lo mejor es que tiene ¡dos! a falta de una. ¡Qué curioso que tenga 2! Son hermosas, me encantó descubrirlas. Ahora una señala hasta dónde escribí y la otra está más adelante, en un lugar al que llegaré alguna vez (espero). Agrego algo más de materialidad de este momento: mi cuerpo (más allá de mi mano). Estoy sentada en una silla, escribiendo sobre una mesa, pero como tantas veces me había sentado “mal”, en el borde de la silla y a medio camino como sin llegar a la mesa todavía, como preparada para levantarme en cualquier momento, y estaba incómoda. Y de golpe en medio de la escritura moví silla y me moví sobre ella y me acomodé mejor, el culo más atrás, hacia el respaldo, el frente frente a la mesa, y al toque me sentí mejor. ¿Cómo otras veces no mencioné más que mi mano al escribir? Está todo presente al escribir, no solo mano, mente, ojos para ver por dónde voy, la otra mano para sostener la libreta, el cuello para sostener la cabeza, los oídos para escuchar el ruidito del lápiz o lo que aparezca, los hombros tensos o no sosteniendo brazos y libreta apoyados en la mesa o en mis piernas, torso, cintura, culo, piernas, pies, etc. Todo participa en la escritura, aunque no esté en primer plano, aunque lo olvidemos, podemos olvidarlo porque está. Si no estuviera no lo olvidaríamos. Aquello que recordamos cuando falta, como la salud. Otra cosa que acabo de descubrir recién, en el fondo de mi cartuchera, es un típico lapicito de rayas negras y amarillas, corto, con punta sacada en los dos extremos. Y es mío pero no lo recordaba.

Lamentablemente la razón me dice que me vaya a dormir. Tengo que deja de jugar. No tengo ganas de trabajar y no tengo ganas de dejar de jugar. Pero dejo.

6.9.20


 
 
 

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