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Marina Pérez Muraro

Nueve

Vuelvo a los colores, esta vez con un violeta. Ayer les agradecí a Adriana y Marieta haberme regalado esta libreta. Como imaginé, estarían encantadas de viajar a Madrid para comprarme otra. La semana pasada no solo pinté el panda, también hice una funda nueva para el otro almohadón cuadrado del living, quedaron los dos renovados. Este lápiz violeta no me resulta fluido, ahora le saqué punta a ver si mejora. Ya queda poco sol en el balcón, tendría que haber venido antes. Volví a los colores y pensé que el otro juego que estoy jugando hace meses gracias al coronavirus también lo hago por los colores. Cada vez que compro fruta o verdura, después de desinfectarla la dejo que se seque antes de guardarla y le saco una foto. La gracia es acomodar fruta y verdura según sus colores y tonalidades. Cuando empecé pensé que estaba jugando a “la noia de la perla” (me quedó grabado el título en catalán porque la novela la leí en catalán). Me gustó mucho la escena inicial, siempre la recuerdo: la protagonista está cortando verdura para cocinar y acomoda los trocitos por sus tonalidades; en eso entran Vermeer y su mujer para contratarla como criada y él aprecia lo que está haciendo ella. Vengo jugando a la noia de la perla con mis “naturalezas muertas desinfectadas” desde hace 5 meses y ya tengo 22 fotos. Si tuviera conocimientos de fotografía podría haberlas hecho mejor, técnicamente no están como me gustaría que estén, pero no importa, juego con lo que puedo jugar, con mis propios recursos y limitaciones y sale lo que sale. Están en mi web, mejor dicho están en Flickr y el álbum embebido en mi web, se pueden ver ahí junto con otros juegos de colores más antiguos.

Al final me vine para adentro, ya no da el sol en el balcón y está fresco. Interrumpí para colgar la ropa. Estoy tan acostumbrada a usar emoticonos en mis comunicaciones que me dan ganas de usarlos, por ejemplo acá acompañaría el comentario de la interrupción doméstica con alguna carita de disgusto o resignación. Ya hay novelas con correos electrónicos, cuentos con la extensión de un tweet, en cualquier momento aparece la novela escrita solo con emoticonos.

A ver si puedo describir la sensación de escribir con este lápiz (semejante a lo que me pasa con todos los lápices de pintar, aunque hoy lo siento exagerado). Tuve que apoyar la libreta en una mesa improvisada (es una banqueta porque yo estoy sentada en un sillón muy bajo) porque si la sostenía sobre mis piernas todo era más difícil, y tengo que sacarle punta muy seguido, la punta afilada colabora conmigo. Retomando lo que empecé la última vez, también está presente el leve dolor de cabeza que me acompaña desde antes de despertar, el leve revoltijo del estómago por los mates que tomé hace un rato, los restos de pielcitas de almendras con los que juguetean mis dientes, la tensión en el cuello, los pies bien apoyados en el suelo, las piernas abiertas para poder acercar más la banqueta-mesa, la luz del sol, los ruidos de los vecinos (música, golpes, voces), los de Rubén en la cocina. Los lápices de colores, como este, me obligan a ir más despacio y también requieren que haga más fuerza al escribir. Si hiciera la misma fuerza que hago con los lápices negros, el trazo quedaría tan suave que no se leería. Esa fuerza extra me cansa, pone en primer plano el esfuerzo manual, el trabajo de manipular la herramienta, en vez de que la herramienta sea el vehículo para expresarme sin capturar mi atención. Lo que queda es más vistoso visualmente: letras de colores y mejor letra porque al ir despacio, escribo mejor. Pero demanda un esfuerzo que no ocurre con los lápices de escribir, que vuelan sobre el papel y casi capturan al instante lo que surge en la mente, permiten que mano y mente vayan casi al unísono. Digo “lápices de pintar” y “lápices de escribir” porque hay lápices de pintar que son de color negro con los cuales me pasa lo mismo, y me pregunto ¿existirán “lápices de escribir” que sean de otro color? ¿De qué están hechos los lápices? Creo que “los de escribir” son de grafito, ¿y “los de pintar”? ¿Son de grafito con algo que les da color? Sera eso lo que les cambia la consistencia. ¿O son por completo de otro material? Voy a buscar en la Wikipedia en cuanto pueda. La mina de estos lápices de pintar parece pastosa, cuando le saco punta quedan virutas pegoteadas en el sacapuntas La mina de los lápices de escribir parece una arena finísima que se deshace en polvo y eso escribe. Polvo serás, más polvo dibujado, podríamos decir. Bueno, lápiz violeta, ya me cansé, hasta acá llegó mi amor.

Hago una prueba con el lápiz negro “de pintar”. Inmediatamente descubro que escribe con un negro precioso, potente, más oscuro que el negro de los lápices “de escribir”, que es mucho más fluido que el lápiz violeta, logro mantener un ritmo interesante, y que me gusta escribir con este lápiz. ¡Gran descubrimiento! Es cierto que la textura de la mina no es como la de los lápices de escribir, pero es más agradable de lo que recordaba. ¿Será que lo que les da el color a los “lápices de pintar” es lo que varía su consistencia y ductilidad? Por eso pregunto ¿no podrían hacer lápices “de escribir” con alguna tonalidad? ¿Será que no los hacen porque a nadie le interesa escribir en color? No lo creo, biromes y etc. hay de todos colores. Ahora me acordé de la época en que compraba tinta verde para mi lapicera y recargaba los cartuchos para escribir verde. Fue la época en que escribí la “carta verde” para el Negro. Bueno, hice un gran descubrimiento hoy: con este violeta me cuesta mucho y con este negro voy bien. El que quiere celeste, que le cueste. Chin pun.


12.9.20


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