Oh, Dios del Amor, pequeño espíritu travieso dueño de un poder absoluto, caprichoso como un niño sin habla, indiscreto, irreverente, ciego como la injusticia, dispensador de todos los dones y todos los prodigios, creador de la trascendencia humana, guardián del paraíso y del infierno, por supuesto te pido que esta dicha nunca termine, pero sobre todo te pido que si algún día nos abandonás para jugar con otros corazones, nos otorgues, antes de retirarte, un último regalo de aceptación y reconocimiento, de desprendimiento y misericordia, y permitas que nuestros días se desenlacen sin más daño que la tristeza y la añoranza.
27.12.23
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