Hoy escribo con birome porque ayer usé esta misma birome en otro cuaderno y me pasó lo que busco acá, sentir el placer físico de la escritura. Me había propuesto contestar (intentar contestar) una pregunta acá; no llegar con ideas previas pero sí con un tema (composición tema: la vaca), una incógnita: ¿qué es estar viva? ¿Qué siento cuando no siento nada? Recordé lo que dice Damasio en El error de Descartes, que tenemos una sensación corporal “de fondo” que es la que tenemos cuando ninguna parte de nuestro cuerpo está reclamando atención, lo que sentimos cuando estamos “bien”. Quería investigar por ahí pero hoy me desperté con dolor de cabeza, no es fuerte pero está, también siento el cuello rígido, no son las mejores condiciones para adentrarme en mi pregunta; y, sobre todo, otra cosa se impuso.
Ayer en vez de escribir acá escribí en mi Libro de lecturas (fue ahí donde usé esta birome y volvió el placer físico de la mano con la escritura), me fui a esos cuadernos porque quería investigarme a mí misma y ahí es donde estoy conmigo misma como con nadie más. Me pareció muy claro ayer: acá investigo la escritura, allá me investigo a mí misma. Mi Libro de lecturas empezó con una idea simple: anotar todo lo que leía y lo que me parecía, anotar lo mismo que le contaría a una amiga si quisiera recomendarle el libro o comentarle qué me pareció. Significativamente, el TODO en realidad consiste en TODOS LOS LIBROS, porque jamás anoté lo que leo en diarios o revistas o material de trabajo (muchísimo) o en la web (cada vez más, sobre todo en estos últimos meses). O sea que es un TODO selectivo. En algún momento, en los primeros tiempos, también incluí comentarios de algunas películas o muestras de arte. Y cuando publiqué mi primer libro, Zona crepuscular, me pareció natural incluir ahí todo lo relacionado con la escritura, la publicación y recepción, todo lo que me pasó con eso. Y como después de Zona crepuscular vino mi etapa más fructífera con la escritura (mi embarazo de Los elementos) cada vez más escritura y vida se fueron entrelazando y mi vida personal se fue plasmando en el Libro de lecturas. Y después se convirtió en una amiga, muchas veces escribí ahí para entenderme, para consolarme o contenerme, para reencontrarme. No es un diario, hay grandes períodos y acontecimientos importantes sin registro, pero muchas veces escribir ahí me aclaró el marote y otras muchas releer lo que había escrito me ayudó a entenderme. Cuestión que me puse a pensar en cuándo lo empecé y caí en la cuenta de que ¡pasaron 27 años! No solo eso, justo ¡la mitad de mi vida! Me impactó el número, los dos números: la cantidad de años y que es la mitad de lo que viví hasta ahora. Es el proyecto de escritura más largo y consistente de toda mi vida. 30 cuadernos en 27 años, un cuaderno y poco por año, no es gran cosa (muy lejos de los 327 cuadernos de Piglia) pero es la obra más extensa que escribí jamás. Cuando nació Manuel (en verdad, unos meses antes de que naciera) empecé otra serie de cuadernos, los Cuadernos del Perchondito, donde fui anotando para él sus primeros años de vida. Hubiera querido seguir escribiéndole hasta que él tuviera memoria suficiente para recordar solo (imaginaba que sería a los 6 años más o menos) pero por circunstancias que se me impusieron contra mi voluntad interrumpí cuando él tenía 4 años y nunca lo pude retomar. Igual es un proyecto bastante largo, 4 o 5 años, y escribí unos 11 tomos (libretas más chicas que los otros cuadernos). Son para él aunque todavía los tengo guardados yo.
Así que hace la mitad de mi vida que escribo con cierta regularidad y que esa escritura me ayuda y me salva. Sin embargo… hay algo muy llamativo. Esa escritura íntima, ese escribir para mí (o para Manuel) me ayudó muchas veces pero no provoca lo mismo que provocó cuentogotas (o ahora esta libreta, ¿si?). De hecho cuentogotas, el libro tiene por subtítulo “una cura por la escritura” porque eso sentí, que escribir cuentogotas me curó del bajón en el que estaba. Sin embargo antes, durante y después de cuentogotas yo escribí en mi Libro de lecturas, entonces ¿por qué no me curó la escritura íntima? ¿Qué es lo que cura? Es cierto que en la intimidad hay momentos de catarsis y queja, en cambio en cuentogotas no solo me curó la escritura sino que me obligué a enfocar en las cosas que me hacían bien en vez de poner en primer plano el agobio. Cuentogotas está lleno de pequeños momentos de placer vividos en medio de temporadas de angustia, pero ahí no hablo de la angustia sino del placer (a propósito). O sea que tal vez no me curó la escritura sino la actitud positiva. O ambas cosas juntas: la actitud positiva y dejar registro de esos momentos para volver a ellos. Aunque no es el mero registro lo que me gustaba, era también el cómo. La frase, el lenguaje y las imágenes que acompañaban. La forma. O sea, vamos a parar a la frase de Saer que apareció en el papelito de mi estantería (ver entrada anterior). Eso por un lado, y por el otro la comunicación, supongo: saber que lo que escribo no queda guardado, que lo hago público. De ahí viene “publicar” aunque pensemos que una publicación tiene que ser impresa. No importa el soporte ni la dimensión de mi público (ver entrada 12), lo que importa es que hago público lo que escribo. ¿Eso me cura? Puede que sea un elemento importante porque antes de resolver esta cuestión gracias a la web, cuando intenté publicar a través de una editorial y no lo conseguí me frustré bastante, al punto de que no le veía sentido a escribir y guardar mis escritos en cajones (o carpetas de la compu ya en esa época). Me resulta importante que haya un canal de salida, que el circuito fluya. Y por otro lado no tengo la suficiente paciencia, empuje, habilidad, tenacidad, perseverancia o lo que haga falta para conseguir que una editorial me publique. Me encantó uno de los primeros piropos de Coni sobre mi obra: “no entiendo cómo estos libros no están publicados en papel”; me pareció un súper piropo porque comparto esta sensación de que los libros “de verdad” tienen que estar impresos y que si una obra es bella merece estar editada e impresa. Pero como autora la búsqueda de esa impresión me agobia antes de empezar. Autopublicarme en la web, aunque solo llegue a dos lectoras, me da mucha más libertad.
Volviendo al meollo: parece que la escritura íntima (que me acompaña hace 27 años) ayuda, y mucho, pero no me cura de la misma manera que esta otra escritura (pública y ¿más cuidada?). Hace meses que acaricio un proyecto: releer todos los tomos del Libro de lecturas y extraer las partes menos personales y más universales, aquellas que piense que pueden ayudar a otre, y hacer algo con eso. No puedo emprender ese proyecto ahora porque necesito condiciones materiales muy especiales, principalmente un período de retraimiento y soledad. Sé que releerme va a ser una inmersión que va a provocar montones de cosas, entonces necesito poder estar conmigo misma en esos momentos, que no haya interrupciones domésticas ni laborales. Eso, por ahora, es imposible.
Sigue abierta la pregunta ¿por qué cuentogotas me curó y mi escritura íntima de ese mismo período, no? Tal vez para responderla debería releer el/los tomo/s del Libro de lecturas de la época en que escribí cuentogotas. Recuerdo la euforia que me provocaba escribir cuentogotas, tal vez hubo más cosas que anoté y ahora no recuerdo. Tengo ganas de encontrar la respuesta pero siento que no la encontré del todo, falta alguna pieza.
Está bien que hoy este tema se haya impuesto (por sobre mi interés en los días previos) porque es otra dimensión de la escritura sobre la que no había hablado hasta ahora. Y esta libreta/blog se va convirtiendo en un tratado sobre la escritura mientras va aconteciendo. Hoy no hubo sol ni yoga, me levanté al mediodía. La primavera hizo su típica jugarreta porteña en la que siempre caigo: empieza el calor, pienso que el frío ya no va a volver, me pongo a lavar la ropa de abrigo para guardarla, y a los dos días vuelve el frío invernal, los pulóveres y la estufa. Así estamos hoy.
4.10.20
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