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  • Foto del escritor: Marina Pérez Muraro
    Marina Pérez Muraro
  • 11 may 2024
  • 5 Min. de lectura

Inauguro la libreta 9, la tercera que hice yo, como conté en 43. Es un solo cuadernillo gordo cosido directamente a la tapa con un punto que se llama "cadeneta" (así decía el video donde lo aprendí). Tiene 40 hojas de papel de caña de azúcar, el que compré cuando empecé a hacer libretas. La tapa la hice con un catálogo de editoriales de literatura infantil, creo que de alguna feria del libro de hace muchos años. En la portada hay un señor muy contento con un altavoz; al abrir la tapa se ve una gran solapa que cubre las hojas y continúa el dibujo con un nene asombrado y, a la izquierda del lomo, unas carpas de circo. Me gusta este juego de tapas y solapa encimadas, dibujos que se continúan por atrás y reaparecen, y que se ven distintos si están en un lado u otro. Cerrada, la libreta me muestra al señor pregonando; apenas la abro, me muestra al nene asombrado; si la estiro por completo veo que señor y nene están juntos sobre la arena, con algo al fondo que parece mar. Un circo en la playa, al lado del mar, con carpas, un anunciador y por lo menos un nene de público (no parece feliz, el nene, sino asustado).

Escribo con una birome de tinta negra y cuerpo violeta, de las que tienen un botón en la punta opuesta a la pluma para guardarla o dejarla salir. O sea, retráctil. Para qué describir un objeto con una frase si se puede decir lo mismo con una sola palabra. Economía del lenguaje.

Comparada con la libreta anterior, la del papel acolchado, esta me da una sensación de dureza al escribir. ¿Tal vez es por la birome? Escribo con la libreta apoyada sobre el libro blanco sobre mis rodillas, sentada en el sillón del living. Es sábado al mediodía, hay mucho silencio, Manuel duerme (no logra arreglar su horario de sueño), todavía no almorcé. Cuando me desperté había un sol otoñal fantástico; después el cielo se cubrió; ahora está celeste con nubes pero ya no hay sol en mi balcón, ni veo tampoco sol en el jardín. Nubosidad variable.

Cambié de instrumento de escritura para probar cuánta dureza era por la libreta y cuánta por la birome. Ahora estoy con el filgo gris que deja volar mi mano y todo va mejor. Era la birome, parece.

Tengo un poco de hambre pero recién empiezo, no voy a parar ahora. Apareció el sol en el jardín. Mi balcón sigue exuberante; a veces me planteo seriamente sacar alguna planta, pero no me decido. Supongo que cuando venga el frío algo voy a podar. Me gustaría tener más flores, no sé por qué florecieron tan pocas.

Anoche tuve un sueño de los buenos, de los que recuerdo al despertar y parecen querer decirme algo. Aunque al final del sueño algo me perturbaba, al despertar y recordarlo me dejó una sensación buena como si mi inconsciente hubiera estado analizando los últimos 30 años de mi vida y me hubiera dicho algo. Qué fantástico el poder de síntesis de los sueños, pueden representar una escena mínima que condensa el nudo de algo crucial de nuestras vidas. En el sueño yo me despedía de un lugar; sabía que era la última vez que iba a estar ahí, me demoraba paseando por sus calles porque sabía que ya no iba a volver. Me desperté pensando en las despedidas y los despidos, en despedir y despedirse. Y ahora que escribí la palabra (no lo pensé antes) veo que se puede separar en des-pedir. ¿Despedir sería dejar de pedir, invertir un pedido? ¿El pedido de estar próximos, cercanos? Ya no pido estar juntos, entonces me despido. Quién sabe.

También pensé (pero no estoy segura) que las despedidas, para funcionar como tales, tienen que ser mutuas (hablando de personas, no de lugares). Si uno solo (se) despide, no es una despedida, es un despido. ¿Es así? No sé si me estoy dejando llevar por el juego de palabras. Polisemia de lenguaje.

Cuatro pájaros cruzaron el cielo de derecha a izquierda. Ahora una gran nube atraviesa el cielo, cubriéndolo, en la misma dirección. Ayer y hoy vi abejas entre las plantas de mi balcón, eso me pone contenta, son señales de vida. Me recosté contra el respaldo de sillón.

El sueño me dejó en paz conmigo misma. Aunque interpreté el final como una advertencia, no fue una advertencia amenazante. Lo sentí como un recorrido por mi vida adulta, la de mis últimas décadas, recogiendo sus frutos agridulces, ambiguos, tantas veces gozosos y amargos al mismo tiempo; ilusiones y esperanzas limitadas por inacción y parálisis; búsquedas y desencuentros.

Pero hay algo que rodea al sueño, lo contiene y permite que exista, y es mi estado actual de enamoramiento y felicidad supremos e infinitos. Horas antes de irme a dormir estuve con Pablo; estar juntos es una fuente inagotable de placer. Me fui a dormir mareada de felicidad y dormí plácidamente como pocas veces me pasa. Al amanecer tuve el sueño, me desperté, lo recordé, empecé a pensar en él y me volví a dormir, todo esto dentro de la burbuja de felicidad que es el "nosotros" con Pablo. Es como si al encontrarnos algo emanara de nosotros, algo que no es ni él ni yo, algo ajeno a nosotros pero nuestro, emana de nosotros y nos envuelve, nos acuna, nos cobija y fortalece. Yo no sería la misma si no estuviera viviendo esto desde hace meses. Haga lo que haga, diga lo que diga, sueñe lo que sueñe, escriba lo que escriba, este "nosotros" me cobija del mundo; me recorta del mundo y sus angustias, me resguarda en algo que me trasciende y que no es individual, es compartido. Es un tesoro que descubrimos juntos, asombrados y contentos como niños, un tesoro de una riqueza tan prodigiosa que me pregunto: ¿somos los únicos que conocemos esto? ¿Nadie más sabe que existe? Habrá más personas que lo descubrieron pero nadie lo dice, como nosotros mismos no podemos expresarlo cabalmente...

Estoy exultante.

Me sigue pareciendo magia. Un milagro. Vivir tanta felicidad, placer, alegría, unión, entrega, afinidad... ¡y pensar que podría no haber ocurrido! como no ocurrió en las décadas anteriores; tanto azar jugando con nosotros, qué increíble.

Salió como un torrente. Está bien, lo tenía que decir, porque es así ahora mi vida, estoy siempre así, día y noche, dormida y despierta, siempre así, enamorada.

Siempre dije que escribir ayuda a elaborar los sentimientos cuando son dolorosos y eso es muy terapéutico; pero cuando son placenteros ¿para qué perder el tiempo escribiendo? Nos lanzamos de lleno a disfrutar lo que estamos viviendo. Algo así me viene pasando, por eso escribo menos acá. Igual, me gustaría retomar el hábito de la escritura, la extraño. Tengo que organizarme.

Dejo acá para almorzar.

11.5.24



 
 
 

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