Domingo. Mitad del año. Cielo parejamente cubierto, las hojas tiemblan en sus lugares, emocionadas. Ayer hubo mucha neblina y humedad, sensación de pecera y mundo distorsionado, todas las superficies exteriores estaban mojadas no por lluvia sino porque el aire estaba tan cargado de humedad que mojaba lo que tocara. Hoy sigue húmedo y nublado pero con menos intensidad. Hay nitidez y los colores destacan como recién lavados. Por segunda vez, una bandada de seis pájaros (parecen palomas por el color pero no por el tamaño, los veo más chicos) revolotearon a la altura de mi vista y se posaron en fila sobre el techo del galpón mirando al jardín. Hicieron exactamente lo mismo hace un rato.
Anoche antes de dormir vimos un documental muy lindo sobre canciones uruguayas emblemáticas del siglo XX, será por eso que me levanté con ganas de música y me puse música para escribir, algo que casi nunca hago porque siento que me influye demasiado. Estuve un rato buscando la música apropiada para sentirla una compañía y no una distracción. Una compañía apropiada: que esté a mi lado mientras yo busco mi propio camino, que me aporte su calor, sus colores, su belleza, pero que no me desvíe hacia su propio centro de gravedad, que no tenga tanto poder como para subyugarme y ponerse en primer plano. Supongo que la música ambient sería siempre ideal porque según Rubén es eso lo que se propone. Ahora puse un tema de Einaudi de la película Nomadland que se repite durante una hora. Tiene un equilibrio entre esperanza y melancolía que me viene bien.
Escribo con un marcador filgo verde, no de los de punta fina, es un Super Ball. Supongo que hoy completo esta libreta, le quedaban libres 6 hojas y media y ya usé una y media solo con preliminares, con poner el motor en marcha y ver si arrancamos. Tengo ganas de terminarla, no por nada en especial (me encantó escribir acá) sino porque ya le queda tan poco que empiezo a pensar en la siguiente etapa. Cuestiones de la anticipación, no sé si es bueno o malo. Se parece a lo que me pasó con el cambio de laburo, sabía que iba a ocurrir entonces me sentía con un pie en cada lado. La vez más extrema fue cuando mudamos de continente y hemisferio, fue muy fuerte esta sensación de estar con un pie en cada orilla del Atlántico y mi alma en suspenso sobre el océano. Un largo salto que duró muchos meses entre que empecé a despedirme del lugar natal y terminé de aterrizar en un territorio desconocido.
Volviendo a la libreta, es la que más tiempo me acompañó porque es la que tiene más páginas. La empecé a mediados de septiembre del año pasado y ahora es finales de julio: 10 meses, casi un año. Un montón de tiempo juntas. Registró el suceso más trascendente (que no quiero nombrar de nuevo), vio nacer dos poemas y diluirse el proyecto 2 (quedó evaporado y de momento no sé si alguna vez volverá). Se mantuvo el empecinamiento, la práctica, la actividad motora y exploratoria, como decíamos de los poetas del haiku: salir al camino por el tránsito en sí mismo, sin el cobijo de las formas reconocidas. No por llevar a cabo una búsqueda experimental ni vanguardista, sino porque (repito) no hay pacto de lectura aceptable. Ni siquiera son autónomas las entradas, cada vez siento más un hilo subyacente que se engrosa y forma madeja. Une lectore con ganas de leer esto se vería convocade a la misma situación que con la música que me costó tanto encontrar: o yo podría acompañarle en su propio camino sin estorbarle o elle caminar a mi lado mientras escribo. Creo que tal lector/a no existe ni puede existir, no hay un ser humano real que esté haciendo eso o lo vaya a hacer algún día (mientras Internet permanezca y wix no elabore un plan de cuentas inactivas como google, el blog puede perdurar mucho más que mis células vivas). Aunque no exista ni pueda existir, me gusta imaginar la posibilidad de un/a lector/a acompañante. Hoy desperté de nuevo con la imagen de Orfeo y Eurídice, mi propia imagen, la de Eurídice atrás de los ojos de Orfeo, acompañándolo. Estoy rodeada de objetos de Silvia –y antes de ayer fui a cenar con Mariana (su hermana) y Natalia–, le doy besitos a sus almohadones cada vez que los saco y los pongo sobre mi cama y siento que la saludo. Una presencia así sería mi lector/a, así de inasible e indefinible, ¿está o no está? ¿Existe o no existe? ¿Me acompaña o no me acompaña? Con Silví dejé de ahondar: está, necesito que esté, abrazo el almohadón y le estoy diciendo a ella que la quiero. Es real.
El aire se puso más opaco, las hojas se agitan. Einaudi sigue en la suya, no hace frío y todavía quedan tres hojas libres. Tal vez me equivoqué y no termino hoy la libreta. No es cuestión de garabatear por llenar papel. Esta escritura tiene un aliento que yo nunca puedo predecir cuànto durará. Escribir es acompañarme a mi misma; de hecho la última vez me quedé justo con esta sensación: que lo escrito no tenía mayor importancia pero me sentía como si hubiera pasado un rato con una amiga. Curiosamente en estas últimas semanas, gracias al cambio de horario laboral, me encontré con un montón de amigas (apenas se concretó el cambio avisé a todas y llené mi agenda por dos semanas) así que no venía de estar sola. Tampoco es que al escribir me desdoble, nada que ver. Tal vez la clave es que estamos tan acostumbrados a recibir pilas de estímulos externos, exacerbados desde que tenemos internet e hipercomunicación en la palma de la mano, que cerrar la compuerta y tomarme un rato para reactivar mis estímulos internos da esta sensación de compañía. Con una sobredosis de estímulos externos nos convertimos en máquinas de reaccionar. Acción y reacción: para que nazca una acción propia, aunque sea tan mínima como escribir en una libreta, hay que dejar de reaccionar un rato. Hace dos o tres semanas vi The Social Dilemma (imprescindible). Me impactó la imagen de que escrolear por una aplicación es como apostar en una máquina tragamonedas, deslizamos el dedo por la pantalla “a ver qué hay”, como quien baja la palanca de un tragamonedas, y es igual de adictivo. Más impactante darme cuenta de que aunque en mi vida personal estoy tan feliz sin usar redes sociales, el mundo ya cambió y me influye igual.
O sea que la intemperie de la que hablábamos antes no es solo estar por fuera de la literatura y no poder establecer un pacto de lectura viable más que con un fantasma, la intemperie también es que el mundo está moldeado por fenómenos sociales en los que no participo ni quiero participar. Pero esa intemperie es un refugio en sí misma. No me deja aislada ni vulnerable, al contrario, me enriquece. Limpia la mente, despierta los sentidos, reaviva, reconecta, reconforta, protege, fortalece.
El Einaudi de una hora terminó, o sea que hace una hora que estoy escribiendo. Empezó otro parecido pero más llamativo, le bajé un poco el volumen. Las palomas o lo que sean siguen en fila sobre el techo del galpón, esperando vaya una a saber qué. Tengo un poco de hambre, me pregunto si comer o hacer yoga primero. Mis cohabitantes todavía duermen. Volaron los pájaros.
Queda la última hoja. Voy a ir cerrando con unas palabras de despedida a la libreta que me acompañó tantos meses. No solo con mi lector/a fantasma establezco una relación, también con cada una de las libretas en las que escribo, una relación diferente en cada caso. Esta se destacó por su extensión, su lomo flexible que me permitía doblarla sobre sí misma, su rojo intenso, su cinturón violeta que tenía que girar cada vez para escribir. Me acompañó tanto tiempo que me siento muy distinta que cuando la empecé. Hacia la mitad de nuestro viaje juntas estábamos tan bien que deseé que todas fueran como ella, pero no será por ahora y está bien variar. Ya di vuelta la última página, escribo sobre la última carilla de papel, a mi derecha ya no hay otra hoja disponible sino su contratapa roja, flexible, abierta, atenta al último cierre que ya se avecina. Si quisiera releer todo lo que escribí acá ¿cuánto tiempo me llevaría? ¿Un par de horas o más?
Bueno, dejo. Adiós, libreta 5 querida. Fue hermoso estar juntas todos estos meses. Gracias por dejarme escribirte y por brindarte a mí de par en par. Gracias por inspirarme e iluminarme. Gracias.
24.7.22
Qué lindo.