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Marina Pérez Muraro

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Se acaba el fin de semana. Casi no escribo porque estaba triste y ahora me puse a escribir justamente porque estoy triste. Me gustaría que escribir disipe mi tristeza. Pero no quiero escribir sobre mi tristeza, ni sus razones, ni sus texturas. Sólo quiero escribir.

Me gusta el papel de esta libreta, es totalmente blanco y liso. Me gustan los hilos de cartón gruesos que unen las hojas y me gustan las tapas duras. Ahora estoy escribiendo con una birome azul y por casualidad la libreta quedó abierta de una forma que el botón pacman de la tapa no hace que se balancee. Todo bien.

Es domingo por la noche, en breve me voy a dormir. Es más común decir "me voy a ir a dormir"; “me voy a ir a...”, todo un hallazgo de nuestra lengua. Como dijo alguien que no identifico: "me voy a ir yendo" es la frase más hermosa del castellano con tres formas distintas del verbo ir en una misma expresión. O como dice el “Brindis por Pierrot”: "me voy, me vivo yendo”. “Irse y quedarse, y con partir morirse..." Algo así creo que dice el soneto. Parece que hoy me atrapó Escila, escribo palabras ajenas. Y bue, como Pierre Menard.

Hoy, gracias a "El hilo conductor", el boletín de Malena Rey en Cenital, leí un texto de Benjamin sobre su biblioteca que tiene una frase que me pareció muy para acá: "De todos los modos de procurarse libros, el más glorioso es escribirlos uno mismo”. Después habla de un personaje que “logró reunir con el tiempo escribiendo para sí, ya que no podía comprarse, todas aquellas obras cuyos títulos en los catálogos le interesaban". Y remata con una frase que me parece muy pigliana: “los escritores son personas que escriben impulsados no ya por la carencia sino por la insatisfacción de los libros que pueden comprar pero que no les gustan". Me gustó la idea del personaje que como no tiene dinero para comprar libros, los inventa a partir de un título que le gusta. Un buen ejercicio para un taller de escritura: escribir a partir de un título. O como en las escuelas de Mafalda: "Composición tema: La vaca” (apareció un bichito minúsculo, negro, con patas y alitas, caminando por mi mano, lo deposité sobre la libreta y caminó de un lado a otro del papel hasta que desapareció por uno de los costados. Me dio mucha ternura verlo atravesar el papel).

No sé si es “glorioso” procurarse libros escribiéndolos une misme. Habría que ver cuál fue la palabra alemana que usó Benjamin, tal vez hubiera connotado otras cosas que la gloria. Tampoco creo que les escritorxs escriban para procurarse libros a sí mismes, me parece que una vez que los escriben ya no los leen, pero tal vez me equivoco y soy muy crédula. El que seguro los releía (porque los reescribía) era Piglia (segunda vez que aparece hoy).

Algo que no me gusta de esta libreta es que cuesta dar vuelta las hojas porque si no lo hago con cuidado, se doblan y complican todo. Perturba el ritmo de la escritura. Ya sabemos, escribir en libretas de este tamaño hace que una idea lleve varias páginas (... o no). En todo caso, cuando el ritmo está suelto, no me gusta que se trabe porque sea trabajoso dar vuelta la página. Tendría que ser tan rápido como el pensamiento. Y también es obvio, pero igual lo digo: el ritmo de esta escritura está condicionado por el tamaño del papel. Quiero decir: vengo probando diferentes instrumentos de escritura desde que empecé y diferentes papeles y diferentes encuadernaciones, el elemento que se mantuvo más constante es el tamaño del papel (más o menos un cuarto de A4 cada página, ¿sera A6?).

Está mejor la tristeza, está agazapada, como un gato al que le hubiera acariciado el lomo y se hubiera dormido a mi lado, sigo sintiendo su cuerpo tibio cerca. Curioso que se me ocurrió la misma imagen del gato que en mi poema del año pasado. Todo vuelve. ¿Volverá el bichito? No sé dónde se metió. Me gustaría verlo caminando sobre el papel. Sería casi como una plapla.

Me tengo que ir a dormir. Con suavidad, para que el gato no se despierte y empiece a maullar. ¿Dónde escribiría Benjamin mientras desembalaba su biblioteca? ¿En libretas, a mano? ¿En un anotador? ¿A máquina? ¿Tenía máquina de escribir? ¿La llevaba consigo en su exilio? Supongo que no en Portbou. Y esto me llevó a recordar otra frase que leí hace años de Marcel Reich-Ranicki:  cuando lo revisaban en la aduana de la RDA para ver si lo dejaban salir dijo (o pensó): "el contrabando más importante está en mi cabeza”, refiriéndose a toda la literatura que había leído y llevaba consigo al cruzar la frontera. Como las personas-novelas de Fahrenheit. Y nada, estoy hecha de citas hoy, y me toca ir a dormir, así que dejo acá.

21.08.22




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