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  • Marina Pérez Muraro

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La puntualidad de Santa Rosa. Hubo calor, bochorno, sensación de algo desajustado, de inminencia, de que algo iba a pasar, y finalmente anoche se descargó la tormenta con truenos potentes y baldazos de agua. Hoy cuando me desperté estaba gris, después se asomó el sol, ahora se volvió a esconder. Refrescó y ya no abruma el tiempo. Anoche me fui a dormir temprano, estaba muy cansada después de dos noches de dormir mal por el dolor del hombro (de día estoy muchísimo mejor pero estas dos noches se me complicó). Dormí bien, me desperté temprano y decidí seguir en la cama, casi como Alejandro, el personaje de Philippe Noiret en Buenas noches, Alejandro. Me encanta hacer campamento en la cama, traerme el mate, rodearme de libros y cuadernos y seguir acá. Escucho la voz de mi vecino hablando por teléfono y veo la copa del árbol moviéndose por el viento. Pasan pájaros negros volando de un lado a otro de la ventana.

Escribir en la cama es raro, no encuentro una buena posición para la espalda. No tengo sistema de “escritorio” portátil (como debería haberse armado Alejandro si se le hubiera dado por escribir, y ahora me surge la duda: ¿no hay ninguna escena de la película en que se lo vea a escribir en la cama? Es posible que sí y yo no la recuerdo o la imagine). Así, de sopetón, me vienen a la cabeza dos escritores famosos que escribieron en la cama: Onetti y Proust. De Onetti se sabe que se metió en su cama en Madrid por voluntad propia, no por enfermedad, y no se levantó más por años. Sinceramente no conozco tanto de su biografía como para saber si en el momento de meterse en la cama ya había escrito todas sus obras o si siguió escribiendo en la cama, pero creo que siguió publicando acostado. Y de Proust me enteré hace poco que tenía mala salud y escribió mucho o todo de En busca del tiempo perdido en su cama, con su ama de llaves cuidándolo, con un sistema de cortar y pegar (literalmente) pedacitos de papel de sus manuscritos cuando los corregía. A mano. Onetti, ¿llevaría la máquina de escribir a la cama?

Por supuesto tengo ganas de ya mismo corrobar estos recuerdos difusos y rellenar estas lagunas informativas buscando en la web, desasnarme sobre más escritores que hayan escrito en su cama, etcétera. Pero si me pongo a buscar eso ahora mismo, dejo de escribir yo. Es el doble filo de la web al alcance de la mano. En otra época, ante esta duda mía, tendría que haber esperado que fuera un día laborable para desplazarme hasta una biblioteca y buscar en los archivos. No habría estado la tentación de dejar de escribir y escrolear una pantalla táctil. Tengo que buscarle un nombre a este otro peligro, ¿con qué monstruo mitológico lo puedo equiparar? Escila es el peligro de la intertextualidad, perderme en las citas ajenas; Caribdis es el silencio desvalorizador, callarme por pensar que no tiene sentido lo que hago; las Sirenas son el peligro de caer fascinada por lo que leo y sentir que puedo no escribir sino solo leer; y la tentación de buscar en la web lo que se me cruza por la cabeza es como la Hidra de Lerna: si le corto una cabeza, surgen dos; por una búsqueda que quiera hacer, los resultados se multiplican exponencialmente.

Cómo ayudan los griegos a pensar, eh. Eternamente agradecida. Gracias a Orfeo y Eurídice puede atravesar mejor el duelo por Silvia (lo sigo atravesando, sigo abrazando y besando sus almohadones cada noche y cada mañana). Podría agradecer a Jung también. Si a una inclinación de mi psiquis (un movimiento de mi energía psíquica) puedo representármela fuera de mi y ponerle un nombre, me resulta más fácil identificarla y lidiar con ella.

Fugaz, como una estrella, apareció el sol, bañó de luz parte del espacio y desapareció. Ahora el cielo parece cada vez más gris. Siguen volando pájaros, recién pasó uno con una dirección tal que parecía que iba hacia arriba. Mi vecino sigue hablando por teléfono. El cielo me hizo pensar en el mar, de golpe me dio ganas de estar en una playa argentina, esas de kilómetros de arena lisa y mar infinito, junto a la orilla, mirando romper las olas. Me perdí en mis pensamientos y empiezo a tener hambre.

Llegó el momento en que sopeso: ya escribí 4 hojas, todavía me falta pasar al blog la entrada anterior, las musas o mi genio elusivo siguen discretamente a distancia, no logré convocarles y me empieza a picar el bagre. ¿Dejó acá? ¿insisto en el gesto manual? ¿A quién le importa? ¿Qué gracia tiene esto? (hola, Caribdis). Se levantó Rubén. Empezamos a hablar y se viene la segunda ronda de mate. Esto no es un monstruo mitológico, es la vida familiar irrumpiendo en la torre de marfil. Y yo le abro el paso y la dejo entrar. Otra vez asomó el sol.

27.08.22


Fue el segundo cumpleaños de este proyecto, esta uorquinprogres, y se me pasó comentarlo. Fue el 22 de agosto, cumplimos dos años. Los días previos estuve pendiente de la fecha y al final pasó sin pena ni gloria. Y ahora tengo mucho sueño como para escribir algo apropiado.

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