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Marina Pérez Muraro

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   Fin de año. Se acaba el 2022, le quedan (acá) solo 6 horas. Ayer hizo un calor horrible, hoy bajó, hay un viento fresco muy agradable. Empieza el nuevo año y a los 3 días nos vamos de vacaciones a las sierras de Córdoba, a donde vamos siempre, al lugar donde vivimos 4 años y medio, donde nació Manuel y tenemos amigues. Nunca hablé acá de ese lugar porque este proyecto lo empecé en la pandemia y habíamos ido justo antes del confinamiento, en enero de 2020. El año pasado estábamos por viajar y nos agarró covid en seguidilla a los 3. Ahora tenemos 4 o 5 dosis de vacuna cada une (Manuel y Rubén, 4; yo la 5ta dada ayer). Viajaremos, entonces, si llegan los pasajes reservados. Tengo ganas de salir de BA, ver verde y estar con amigues. Nos vamos 2 semanas. Espero que esté todo lindo.

   Estoy feliz porque hablé largo rato con Marcela, ella en Bruselas. Siempre me pone bien hablar con ella. Tiene un trabajo nuevo que le gusta mucho. Y antes de ayer hablé con Mariana,  me hizo bien escucharla y saber que dejó el trabajo que la hacía sufrir. Esperanza y buenos deseos

   Hace días que voy reconociendo que hasta el año nuevo no me inspira festejar. Entiendo lo de la Navidad (no somos religioses, el encanto de la infancia se fue desdibujando, y encima, este año, Silvia) pero el Año Nuevo mantenía un aura, despertaba alguna alegría, una sensación de renovación y etc. Para mí (no sé les demás) perdió su aura en el cambio del 2020 al 2021. Porque ahí tenía(mos) una esperanza loca de que la pandemia terminara en el 2020, de poder hacer borrón y cuenta nueva, y no fue posible, empezamos el 2021 y nada había cambiado. Yo creo que ahí perdí la magia del 31 de diciembre: ya está, da igual, es una cuestión de nombre y número, pero en la realidad todo sigue más allá de cartelitos. Hoy pensé en la línea de cambio de día en el globo: podría estar en cualquier meridiano terrestre, solo por convención está en el medio del Pacífico donde hay menos tierra habitada. Como diría Saer, estamos en una bola girando en el vacío a velocidades increíbles, todo lo demás es construcción humana.

   A pesar de haber perdido la magia del rito, esta fecha me provoca alguna intriga. Me pregunté cuál. Hay algo en los momentos previos a las 12 de la noche, ese estar atentes a la hora para brindar cuando cambia el año. Aunque perdí la magia del momento, igual creo que funciona detenerse y mirar el reloj; es un momento en que nos permitimos y nos dedicamos a ser conscientes del paso del tiempo. Estamos ahí, de sobremesa de una cena especial, con las copas preparadas, atentes a los minutos que se escurren, los segundos que desaparecen hagamos lo que hagamos, conscientes como nunca del tiempo imposible de detener, de adelantar o atrasar, esa inconmensurabilidad que nos atraviesa y constituye, y de golpe ya está, terminó un año (un número) y empezó otro. Y seguimos igual pero renovados.

   Otra cosa interesante del rito es que invita a los balances. Incluso aunque une no se proponga hacerlo, surge casi sin querer. Llegamos a esta fecha y miramos para atrás, los últimos 365 días, y pensamos: quise hacer esto y aquello, esto salió, aquello, no; aparecieron cosas inesperadas, buenas y malas; ¿con qué quiero seguir el año que viene? ¿Qué continuar y qué no? Este ejercicio también es bueno. Podríamos hacerlo en cualquier momento del año, incluso más de una vez por año. El rito nos invita a hacerlo cada 365 días y, lo que es más curioso, a millones de personas al mismo tiempo, así que, como con la alegría del Mundial,  esta energía simultánea de millones preguntándose al mismo tiempo qué quieren para los próximos 365 días algo bueno tiene que tener, como una lluvia planetaria que limpia el aire, renueva la tierra y nutre los brotes. Bendiciones caen sobre esta bola loca habitada por 8 mil millones de cuerpos y quién sabe cuántas almas (ya sé que no estamos los 8 mil millones celebrando año nuevo el mismo día, en otras culturas la fecha es otra, pero igual somos muchos millones).

   Así que este año me siento a distancia del rito pero acompañándolo. No estoy afuera del todo, yo también participo. Deseé felicidades y buen año a amigues y desconocidos que me crucé estos días. Podría ser cualquier día del año pero es hoy en esta cultura en la que vivo. Me gusta el rito aún sabiendo que es una convención humana, que las fuerzas naturales siguen en las suyas. Porque soy humana, claro. Feliz 2023.

   31.12.2022


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