Inauguro la libreta 8, la segunda confeccionada artesanalmente por mí, como conté en 43. Está hecha de papel reutilizado, grandes pliegos de papel de mudanza provistos, si recuerdo bien, por la mudadora que contratamos para mudarnos de Córdoba a España, papel que reutilicé o conservé durante años. Una vez vi por casualidad un video de YouTube sobre cómo hacer un cuaderno con papel reciclado (fue el video que me dio la idea de aventurarme en esta tarea), recordé este papel y traté de plancharlo para hacer una libreta como muestra el video. Durante meses lo dejé lo más estirado posible bajo una pila de libros. A pesar del tratamiento, el papel sigue ajado, arrugado, irregular; tantas sinusidades juntas se acumulan y se potencian, la sensación es de una enorme blandura, una esponjosidad, un acolchonamiento. Las tapas son también así de blandas, por lo cual es imprescindible apoyar la libreta sobre una superficie firme para poder escribir en ella (ahora estoy usando el libro de Bacon de tapas blancas). El color del papel de la libreta es marrón, un poco más claro que el papel Kraft, creo, y las tapas son de este mismo papel pero forradas con papel afiche color verde manzana (verde claro). Escribo con una birome que me compré hace poco, retráctil, de cuerpo violeta y tinta negra. Cuando escribo sobre la página impar, como ahora, es decir del lado que por ahora tiene casi todas las hojas debajo, la sensacion es rarísima, el acolchonamiento es extremo, muy caminata lunar. Me sale el gesto de aplastar un poco la libreta con mi mano izquierda para minimizar tanta esponjosidad; si no, la sensación es como caminar por terreno muy suelto (un camino de montaña con piedras sueltas, ese grado de concentración en el terreno me pide este papel ondulante). Ahora estoy del lado par, izquierdo, donde apenas hay hojas bajo la que escribo, entonces la firmeza del libro de apoyo se siente mucho más, puedo escribir casi con normalidad. A medida que avance, los dos lados se van a equilibrar, y después va a ser al revés, este será el lado esponjoso y el otro, el lado más firme.
Otra característica de la libreta es que los bordes del papel son muy irregulares también, porque corté las hojas a mano (ya no recuerdo por qué, si por algo que vi en el video iniciático o porque a mí me pareció que la tijera no iba bien con este papel, o simplemente me dio fiaca ir a buscar una tijera cuando la hice... qué sé yo). Como sea, le da un aspecto rústico que me gusta. Va bien con lo arrugado del papel. Hace a la libreta más única, más irreproducible. No habrá ninguna igual, no por su perfección sino por sus desprolijidades. Esta hoja donde escribo ahora tiene el borde tan mal cortado que deja ver la de abajo; en conjunto, ambas forman un dibujo que me encanta.
En resumen, esta libreta, con lo feúcha que es, me encanta. Es como el patito feo de mis libretas. Me enternece y me encariña. Y mirá por dónde, ya llegué al centro del primer pliego. El hilo de la costura es blanco. Son 5 cuadernillos, en total 59 hojas para escribir. En la carátula puse un ocho (que se convirtió en un personajito) y un infinito (un ocho acostado). Me da ganas de manosearla, esta libreta. Es muy estrujable, tan blandita. Me da ganas de sacudirla como una hoja al viento. Además, es muy sonora, no cuando escribo, pero sí cuando paso las hojas, el papel hace mucho ruido. Me da ganas de escucharla y que me hable.
Hoy es domingo, muy domingo. Llovió, ahora paró, y tengo mucha fiaca. Por primera vez en muchísimo tiempo, Manuel y yo nos despertamos a la misma hora y desayunamos juntos en la cocina. Un acontecimiento extraordinario, por lo general no coincidimos y desayunamos cada uno por su lado. Después me volví a meter en la cama a escribir. Está fresco, la lluvia bajó mucho la temperatura, por eso está lindo encucharse en la cama. Sigue nublado. Por la ventana veo la inmensidad verde del ficus. Me traje el segundo café con leche a la mesita de luz.
Estuve un mes sin escribir, no por falta de ganas sino porque estuve muy capturada por lo que estaba viviendo. Esto no es un diario, no hace falta que cuente los acontecimientos, pero hay cosas que subyacen a la escritura, como el papel de la libreta. Las feministas dicen que lo personal es político. Estoy dele pensar que lo político es personal, influye en la vida diaria, cotidiana, la condiciona. Hay algo que no quiero nombrar, pero está. En el 2020, cuando empecé a escribir en estas libretas, no quería nombrar la enfermedad global ni el confinamiento, así que cuando necesitaba mencionarlos decía "el griego" (como si fuera un personaje que había llegado para desorganizarnos la vida que se llamaba Contextos de Pandemia). Ahora estuve buscando una palabra para aludir sin nombrar a la "nueva" realidad argentina. No quise usar Oscuridad (porque la oscuridad tiene su encanto, no quiero que quede asociada a esto) ni Amenaza (porque lo que está no solo amenaza, ejecuta), tampoco quise emplear a ninguna divinidad griega... finalmente elegí Krakatoa, porque lo que pasó, lo que está pasando, lo que va a pasar tiene la desmesura de una erupción volcánica, su poder destructivo; al igual que con una erupción, vemos la destrucción cuando asoma a la superficie, sin embargo se estuvo gestando, aunque lo ignoramos, subterráneamente, durante años. Que me disculpen los volcanes en toda su inimputabilidad por compararlos con procesos sociales y decisiones individuales que tienen, o deberían tener, conciencia y piedad, pero esta imagen es la que mejor refleja lo que siento. Además, Krakatoa es un nombre tan sonoro que por si mismo expresa lo que siento: suena a vidrios rotos, a algo quebradizo, cruje de por sí, truena y retumba. Dicen que las cenizas de los volcanes fertilizan los suelos, que después, mucho después, pueden ser beneficiosos. Ojalá, ya sabemos que Esperanza es la última en abandonarnos. Pero ya lo dijo Saer: "aunque de todo este horror edifiquemos / algo más claro y duradero, / habrá sido tan alto el precio / que en comparación nuestro edificio será nada...". Ojalá me equivoque.
Mientras tanto, en otro plano, totalmente disociada de lo circundante, nunca fui tan feliz. Es muy fuerte la contradicción entre los dos planos. Íntimamente, en lo más profundo de mí misma, estoy viviendo uno de los momentos más felices de mi vida. Como esto no es un diario, no cuento los acontecimientos, ni las sensaciones, ni las ideas; es todo muy íntimo. Estoy rejuvenecida.
Mientras tanto, el jardín floreció, en mi balcón nacieron solo dos clivias que duraron poco, los malvones se llenaron de flores rojas, una mañana floreció una santa lucía después de todo el invierno en letargo, hice jardinería de balcón y trasplanté los áloes grandes a macetas individuales para regalarlos y dejar espacio a sus hijos en las macetas comunes (tal como hice hace 3 años, sé la fecha porque está en 23). Hice lo mismo con una planta diminuta que me había regalado Silvia que había crecido tanto como para ocupar toda la macetita y bajo ella asomaban sus hijitos como pollitos bajo el ala de una gallina, trasplanté todos los hijitos a macetitas; todo en diminutivo porque todo es mínimo.
Mientras tanto, cumplí años y en las calles florecieron los jacarandás, me saludaban al caminar, brillantes contra el cielo celeste despejado. Como el clima está tan alterado como la política, en plena primavera pasamos de dia veraniegos a dias otoñales; descubrí que en los dias nublados los jacarandás resplandecen como si capturaran en sus flores la poca luz que irradia el cielo gris. Alguien dijo que fosforecen.
En este tiempo escribí poco pero me releí mucho. Recibí muchos comentarios sobre lo que escribo y eso me hizo verlo de otra manera, fue muy movilizador. Los comentarios vinieron de la misma persona; como no quiero decir su nombre por varias razones que empiezan todas con P (privacidad, pudor, precaución) diré que es Alguien. Alguien, entonces, me dijo que le gusta leer las libretas, que se fija a ver si hay algo nuevo, que le encuentra sentido a esto que a veces yo veo sin forma, que busque una editorial para ser publicada en papel (otra vez) y más cosas tan hermosas que me da vergüenza reproducir. (*) Alguien que lee mucho, que leyó toda su vida, que lee bien (¿qué es leer bien? No sé, pero veo que disfruta leyendo, se zambulle en la lectura como quien nada). Me releí pensando en la lectura de Alguien y me di cuenta de que no recuerdo todo lo que escribí, entonces al releerme me sorprendo y lo que encuentro me gusta. Igual, no sé qué hacer con esto, por ahora, más que reconocerlo y darle valor.
Ahora del lado par ya hay siete hojas bajo la que escribo. La punta de la birome aplasta el lugar donde se apoya y eleva el resto del papel donde ella no está; el aplastamiento central y las elevaciones periféricas se desplazan a medida que avanza la escritura. Por la ventana todo sigue gris y verde, con algún pájaro atravesando el cielo. En la hoja impar escribo acolchonada. Aunque es domingo, tengo un trabajo pendiente que terminar y se acerca la hora del almuerzo. Voy a tener que dejar, qué pena. Apenas pude "ponerme al día", no llegué a arrancar. Quiero seguir escribiendo en mi libreta blanda, ondulante, donde me hundo mientras avanzo como nos hundimos cuando caminamos arena mojada por el mar.
Hasta pronto.
3.12.23
(*) Alguien me dijo: —Ahora que tenés un cuarto propio, ¿vas a escribir una novela? Me reí y contesté: —No todos los que tienen un cuarto propio escriben una novela; a lo que contestó: —Sí, pero vos tenés con qué. Un pequeño schock más tarde, dije: —Siento que me abriste un mundo, y contestó: —Ese mundo es tuyo, ya lo tenés.
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