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  • Marina Pérez Muraro

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Domingo,  comienzos de marzo. Hoy el tiempo está como a mí me gusta después de muchos días en que no. Soleado, fresco, resplandeciente, la temperatura que más disfruto, seco, etc. Dejé entrar el sol en la casa después de semanas de mantenerla en penumbras para resguardarla del calor. Hoy, no. Hoy, sol. Felicidad (no solo por el sol). Manuel duerme (se pasó casi todo el verano con horario japonés) y quiero creer que Alguien también duerme, plácidamente, un sueño reparador, a pata ancha y sin frazada, como el ángel que es. Escribo en el living, con una birome azul común y corriente, la libreta apoyada sobre el libro blanco que está apoyado a 45° sobre mis rodillas flexionadas, culo y pies en el suelo sobre la alfombra, espalda contra el silloncito, mate a la derecha y ventanal a la izquierda. Y dejo unos minutos para hablar con Patricia.

Retomo. Perdí el hilo, tendría que volver a empezar. Domingo, marzo, clima ideal, mate, birome; tengo los músculos cansados, tengo ganas de ducharme y de salir a pasear, me siento en falta porque todavía no pasé en limpio lo último que escribí, apareció un leve olor a quemado proveniente de algún otro departamento, el mundo circundante (unos pocos metros a la redonda) está en paz, no hay sonidos salvo pájaros que conversan, el Mundo más allá de mí se descompone penosamente, krakatoizado, pero hoy me voy a concentrar en estos pocos metros que puedo abarcar (y ni siquiera estos en forma total) y disfrutar. Me encanta la brisa que entra por la ventana. Tengo el pelo agarrado pero siempre alguno se escapa, siento la mínima cosquilla de algún pelo suelto movido por la brisa sobre mi cuello.

La semana pasada (¿o fue la anterior?) acomodé mi balcón.  Mudé el cedrón a Caballito en un changuito de compras y se lo regalé a mi madre, en parte porque su balcón es más grande, en parte porque ella siempre habla del cedrón de su infancia, estaba en la casa de su vecino pero las ramas caían en su jardín y sacaban hojas para hacer té. Por primera vez tiene un cedrón propio. Además de sacar el cedrón, reordené las demás macetas y podé algunas plantas que habían crecido demasiado; por ejemplo el té de burro había desarrollado unas ramas larguísimas escondidas en la espesura. El jazmín, antes arrinconado por el cedrón, apenas tuvo espacio se llenó de flores. Me pareció muy subyugante esto, muy mágico, sorprendente pero en cierto punto comprensible y vital, casi una imagen personal: apenas tuvo espacio, floreció. No puedo creer la cantidad de flores que tiene ahora.

Tanto movimiento de plantas me hizo pensar que lo mejor es aceptar todo lo que elige vivir en mi balcón. Varias veces compré plantas que no se adaptaron y murieron, mientras que otras se adaptan lo más bien y crecen como locas, y otras aparecen de la nada y como no las echo, se quedan. Que crezca lo que quiera crecer, y yo lo cuido. Un balcón silvestre. Sigo intentando ampliar la biodiversidad, solo porque me gusta la variedad; por ejemplo traje varios esquejes distintos de la casa de Patricia, 4 de ellos parecen estar prosperando, otros murieron. Son plantines diminutos de suculentas, pero uno tiene una flor. Me gusta lo que crece, me gusta el verde (como a Lorca, verde que te quiero verde, como a Brull, en Verdehalago me estoy), me gusta mi pared viva, verde y móvil y el cielo límpido celeste más arriba.

Me recosté en el mismo lugar, ahora mi “espalda baja” (como dice la aplicación de yoga) está apoyada en el suelo y mis hombros en el silloncito. Le eché una ojeada a las páginas que escribí la última vez y no sé si voy a poder descifrar lo que escribí, quedó ilegible, la tinta casi no se distingue del papel y se transparentan los dos lados escritos superpuestos. Pura adivinación.

Qué placer no decir nada. Qué placer escribir porque sí. Música porque sí, música vana, como la vana música del grillo. Mi corazón eglógico y sencillo… este poema me gusta tanto que se lo había ilustrado a Manuel cuando era chico. Hoy estoy muy intertextual, pero no me importa (porque llevo torta, sigue el intertexto infantil). Me he levantado intertextual esta mañana. Asoma Escila pero no me importa, ya me reconcilié con ella. Está bien, une es une y sus lecturas, sus circunstancias, todas las voces que incorporó y resuenan adentro (ahora pienso en mi poema sobre esto). Como una cajita con cascabeles adentro, un caleidoscopio, nos movemos levemente y algo resuena, las cuentas de colores se mueven y forman un tapiz, un dibujito, aparecen asociaciones libres, recuerdos, lecturas, músicas, fragmentos de películas, sensaciones corporales, escenas, conversaciones; cuántas cosas están presentes adentro incluso cuando creo estar sola. Podríamos refutar la soledad. A los 20 y pico Luciana decía “en el fondo siempre estamos solos” y yo no la entendía. Pocas, muy pocas veces sentí esa soledad que se vive como desamparo. Y amo la soledad elegida, la soledad de estar con uno mismo y disfrutarse, escucharse, reconocerse, tan necesaria para nosotros los introvertidos.

Como estamos hechos de voces ajenas y de contradicciones propias, apenas escribí esto le mandé un mensaje a Alguien para vernos. El día está tan hermoso que tengo ganas de ir a un lugar con árboles (pero antes debería ducharme). Así que dejo acá para pasar a la acción.

 

El día estuvo tan hermoso que nos fuimos a pasear a la reserva ecológica sobre el río ¡en pleno mediodía! Volví con la frente roja, llena de verde de los ojos para adentro y con una planta acuática que robamos de la ribera (Alguien pregonó para disimular: “no estamos robando, somos científicos tomando una muestra”). Segunda incursión de una planta acuática en mi balcón, la anterior fue el irupé que me regaló María Inés para recibirme como bibliotecaria, pero duró poco, menos de un año, si me acuerdo bien. Veremos cuánto dura esta.

Caminamos mucho, durante horas, primero charlando y después callados. Qué hermoso compartir el silencio con Alguien. Es como dejar entrar al otro en tu propia soledad y que no solo no se quiebre, sino que se expanda. Estar con Alguien y sentirme tan conmigo misma como cuando estoy sola, otra de las maravillas compartidas.


3.03.2024



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