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Marina Pérez Muraro

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¡Volví! ¡Cuánta ausencia! Hoy es el último día de octubre y la última vez que escribí fue en su segundo día. O sea, casi todo octubre sin aparecer por acá. Estuve con laburo extra los fines de semana, cuestiones domésticas, prioricé yoga sobre escribir porque por el laburo no podía hacer en la semana (o sea, en octubre mis veces de yoga bajaron de 2 por semana a una y mis veces de escribir acá bajaron de una por semana a 0) etc., etc. Como dijo el no pensador: pasaron cosas. Siguió fresco octubre hasta antes de ayer, viernes, que explotó de calor (¡34°!) pero anoche refresco, llovió, y hoy parece otoño por lo gris, no por lo verde. En estas semanas florecieron las clivias, incluso la quebrada y vendada a idea de Rubén, pero ahora ya estan decayendo. Igual, pongo fotos por lo bellas. Tienen una luz muy especial, cuando les da el sol, fulguran, y cuando está nublado, resplandecen.

Anoche tuve un viaje astral, muy íntimo (que no voy a reproducir acá, registré lo que pude en mi Libro de lecturas), de esos que me hacen sentirme ubicada (psíquicamente) en otro lugar. Navego por las profundidades de mi ser hasta llegar al cordón umbilical y reencuentro sensaciones primarias, primordiales. Veo cosas que antes no vi y entiendo su dimensión, su alcance. Cómo me estructuró la mirada de mi padre y la mirada mi madre, allá, en mi lejana infancia. La falta de reconocimiento de mi singularidad. La adaptación, la búsqueda de entendimiento, la ilusión del encuentro, y el inmenso amor con Manuel, durante toda su infancia, que me sanó. Lo mejor fue que me salió agradecimiento: gracias Rubén por el amor que me inspiraste y por el amor que creamos juntos; gracias papá y mamá por la vida y el amor que me dieron, por acompañarme y ayudarme en tantas cosas y de tantas maneras para que pueda vivir la vida que estoy viviendo, gracias por respetarme y valorarme. Espero haberle dado a Manuel la mirada de reconocimiento que necesitaba. Pasado mañana cumple 21 años, ya voló del nido (no en lo material, pero si en su interior). Está bien, todos partimos. La relación con Rubén está en transformacion, la relación con mis padres ya cambió (los acompañé al neurólogo; acompañé a mi padre a la primera clase del taller de memoria y le fui leyendo lo que no podía leer bien. La mirada). Una búsqueda que empezó en mi infancia está llegando a su fin. Un anhelo de escucha se fue volando de rama en rama y después de los años, las décadas, descubre que el nido estaba en mi interior.


Interrumpí porque apareció Manuel, me levanté para hacer la comida, apareció Rubén, almorzamos, llegó mi sobrino para estar con Manu y me volví a instalar en la escritura, ahora con ritmos y sonidos ajenos alrededor.

Tal vez algo de lo que desencadenó mi viaje astral fue la película de Eugenia sobre Ulises, su hijo. La vi (por fin) hace una semana. Me pareció brillante lo que hace con la mirada: su visión, la fotografía, Ulises y la escena de Hamlet: Eugenia, como la madre de Hamlet, diciendo "¿Qué miras, hijo? Ahí no hay nada". Cuando salimos de la sala de cine Eugenia contó que la escena de Hamlet le disparó todo el guion de la película, porque eso fue lo primero que notó de Ulises bebé, que miraba para cualquier lado. Esa mirada constituyente de un padre/madre a un/a hijo/a o de un/a hijo/a a un/a padre/madre puede estar o no estar, y su ausencia o presencia nos estructura de distintas maneras.

En un viaje astral, dicen, el alma sale del cuerpo, viaja por el universo, y después vuelve. Mi alma nunca me abandonó, pero mi anhelo me hizo buscar lejos, en otros seres, lo que el final del viaje encuentro adentro de mí: una escucha interior, mi reconocimiento.

El reconocimiento también se puede buscar no en una persona sino en muchas, en lo social, en la fama o el prestigio o lo que sea. Tal vez por eso mi ambivalencia con mi escritura. ¿Busco un reconocimiento a través de ella? Este vaivén entre "escribo para mí, y si nadie lee, no me importa" y publicar aunque sea en la web y desear que me lean, ¿tiene que ver con necesitar reconocimiento? ¿El mismo que anhelé en mi infancia? El mismo, no, pero ¿cuál? ¿Cómo es? ¿Cuál es el anhelo? ¿Hay alguno? ¿Puedo continuar con esto sin lectores? Solo con la esperanza de algún/a lector/a futuro/a. ¿Es suficiente? Wislawa dijo que no es cierto que uno/a escribe para sí mismo/a. Y tiene razón, porque lo que escribo acá no es lo mismo que lo que escribo en mi Libro de lecturas. Hay alguna diferencia entre una escritura y la otra.

Tal vez sea semejante: un/a lector/a me constituye como escritora. Publico (aunque sea en la web, autoediciones digitales sin distribución ni promoción) para que exista la posibilidad de que alguien me lea y me convierta en escritora para otre. Pensé en esta analogía: me parece maravilloso el encuentro erótico pleno entre dos seres, algo deseable de ser vivido, pero para que me ocurra se tienen que dar tantas contingencias que no dependen de mí que no hago nada por vivirlo. Muchas otras personas salen en su busca, no solo desde que existen aplicaciones para conocer gente sino desde muchísimo antes. La analogía: es maravilloso que me lean, pero no hago nada por buscar lectores/as, si aparecen, bienvenides. Otras personas salen en su búsqueda: publican en editoriales, se promocionan en las redes y los medios, van a encuentros, etcétera. ¿Es lo mismo? ¿Qué estoy indagando?

El día sigue gris. Las clivias capturan la poca luz que hay y la multiplican. Parecen reflectores enfocando las macetas que las rodean. Estuve escribiendo con un lápiz 4B, le saqué puntas varias veces, me gusta la letra que salió, la fluidez del trazo, el camino de grafito sobre el papel blanco y liso. Todavía no llegué a la mitad de esta libreta pero las dos partes quedan bastante equilibradas. Llovió un poco más, hay algo de viento ahora. Pasa la tarde del domingo, están votando en Brasil, ojalá gané Lula. Voy a dejar acá para pasar todo en limpio al blog.

30.10.22



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