De golpe pensé que si quisiera transformar este blog en un libro (como hice con cuentogotas) debería terminar en la entrada anterior; sentí que la entrada anterior es un buen final, y (como dice Piglia que dice Kermode) el final de una obra organiza su sentido (no hay un tic sin un tac). Si elijo como cierre 128, el final es mi nueva vida con Pablo; retrospectivamente, organiza el sentido hacia atrás y se podrían rastrear las huellas sutiles (o no tanto) de mi separación de Rubén. El último comentario es un buen cierre: escribir ayuda a reelaborar los sentimientos, pero cuando son felices, no necesitamos reelaborar nada; ergo, dejo de escribir. Podría ser (y el hecho de que recién haya empezado la libreta 9, poco importa).
Inmediatamente pensé en todas las libretas que ya tengo fabricadas y en la certeza de que no quiero dejar de escribirlas (y el último-último comentario de 128 es que me gustaría retomar el hábito de la escritura) así que pensé que 128 podría ser el final no de la obra completa sino del Tomo I. Protagonista-narradora feliz con su nueva vida, fin del Tomo I, telón.
¿Dónde me encontraría el tomo II? Me pareció muy natural que el inicio del tomo 2 encuentre a su personaje en otro lugar o en otra época (incluso podría iniciar con otro personaje que más adelante se encuentre con la protagonista del tomo 1, pero de momento no tengo a nadie a mano para tal fin). ¿Dónde me encontraría? ¿Unos años más tarde? ¿De viaje? ¿Nueva mudanza? La realidad es que sigo en el mismo lugar y apenas pasó una semana.
Tendría que reflexionar sobre qué entiendo por “tomo”. Si estoy pensando verdaderamente en una obra única, los tomos surgen por cuestiones editoriales (no fabricar libros con demasiadas páginas, publicar parte de la obra aunque el autor no la haya concluido por completo), por ejemplo los tres tomos de El Señor de los anillos (de hecho, en la edición que tantos leímos, un tomo editorial recoge dos de los “libros” de Tolkien). (Supongo que En busca del tiempo perdido es otro buen ejemplo, pero como solo leí el primer tomo, no estoy segura; debería preguntarle a Pablo.) En estos casos, de un tomo al otro no hay hiato, la trama se continúa sin cortes. Lo que yo había pensado, más que tomos, son secuelas, “segundas partes”, continuaciones en un nuevo libro (el ejemplo que afloró fueron los dos libros de Glattauer, Contra el viento del norte y Cada siete olas). Puedo, entonces, elegir la opción Tolkien: 128 es el fin de un volumen, no de la obra completa, y sigo escribiendo como venía, sin solución de continuidad.
Visto así, me pregunté si 128 no sería el final del tomo 2 o 3. Tal vez el primer tomo terminó en 47 y el segundo empieza en 48, cuando cumplo el primer año de escritura en el blog y me planteo un giro en las constricciones de escritura autoimpuestas; y tal vez el segundo tomo termina con el fin de la pandemia (no tengo identificado el momento; ¿cuándo sentí que se había terminado todo? No lo tengo claro, tal vez fue al final del 2022; releí 94 y podría ser).
Me atrae esta escansión en tomos e imaginar que ya voy por el cuarto. Sin embargo, a pesar del impacto innegable de la pandemia, siento que lo que ocurrió este último año en mi vida, lo que representa 128 como cierre, es mucho mayor que pandemias y proyectos literarios más o menos realizados (al comienzo del conjetural segundo tomo empecé el proyecto 2 y no pude continuarlo). Dejar de convivir con Rubén era un deseo muy antiguo y muy profundo que temía no poder cumplir nunca y cada vez me pesaba más; conocer a Pablo es algo tan maravilloso que antes de que ocurriera no me permitía ni soñarlo, ni desearlo, ni imaginarlo; era una posibilidad absolutamente clausurada en mi vida, obliterada, tapiada, enterrada y desterrada.
Empiezo, entonces, el tomo 2, o 4, o el número que sea, “en otro lugar” pero no es espacial; en otra posición en la vida, afirmada en lo más inasible que hay, nuestro amor mutuo; abierta al aire libre, expandida como supernova a punto de reventar, colmada de dicha y plenitud. Desde acá, la vida es diferente. Se mira distinto. Todo huele a renovación, a pasto recién regado, a amanecer; el horizonte es más amplio que nunca; el presente es inmenso, ancho como la llanura; el eje magnético de la Tierra nos atraviesa y nuestros cuerpos, solos, se encuentran y acomodan. Al final (je je) era cierto que empiezo el nuevo tomo en otro lugar. Tenía razón en sentir un cierre.
Releí las dos páginas de Kermode sobre el tic-tac y me sorprendió ver que termina comparando la transformación temporal de la novela “con la experiencia del amor, con la conciencia erótica que da un sentido divinamente satisfactorio a la persona común” y por supuesto pensé en Pablo (pero últimamente todo me hace pensar en Pablo, como cuando leí en el boletín de Tomas Aguerre “Confianza en el sentido de Spinoza, entendida como ‘la alegría que surge de la idea de un objeto pasado o futuro del que ya no dudamos’”, cambiando “objeto” por “sujeto” e “idea” por “certeza”).
Interrumpí para buscar una referencia (que no encontré) en mis Cuadernos de lectura y se acercó Manuel, apesadumbrado, temeroso de haber perdido apuntes de clase y otros trabajos de los últimos meses por un problema en su laptop. Estuvimos hablando un rato largo y ahora no me da para seguir, ya son las 10 de la noche del domingo, me llama la hora de la cena, el fin del fin de semana, el anuncio de la rutina laboral mañana mismo. Me puse a escribir hace tres horas con un mate tardío, en el sillón del living, con los pies fríos porque la temperatura, desde hace días, está invernal; con las cortinas corridas porque afuera ya estaba oscuro y para aislar más las ventanas; con una birome azul apoyada sobre el libro blanco. Bienvenides al tomo 2, o 4, queridos lectores, hermanes, semejantes, acompañantes tan campantes y despampanantes.
19.05.2024
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